El Reino Unido se retira de la Unión Europea.
Las razones del rechazo son múltiples: descontento con la burocracia y regulaciones de Bruselas, xenofobia, nostalgia de un pasado imperial, miedo a la globalización, delirios soberanistas.
La radiografía del voto es interesante.
Escocia, Irlanda del Norte y los principales centros urbanos votaron por la permanencia en Europa. Inglaterra, Gales y las provincias por la retirada. Los mayores por el aislacionismo y los jóvenes por la UE.
Los daños económicos en el corto plazo aparecen ya en la caída de las bolsas y en la posible migración de entidades financieras hacia otros centros europeos (Morgan Stanley).
En lo político la ultradecha europea expresa su eurofobia llamando a referendos de salida en las voces de Marine Le Pen (Francia), Geert Wilders (Holanda) y Matteo Salvini (Italia).
La estructuras de la UE, calificadas muchas veces de antidemocráticas, tienen que emprender el camino de su reforma, a riesgo que si no lo hacen se extienda el contagio nacionalista que terminaría en la desintegración.
Estados Unidos sufre políticamente pues la salida del amigo británico de la UE, hará más difíciles las negociaciones en temas comerciales y de defensa, particularmente en lo referente a las sanciones a Rusia.
Internamente, el Reino Unido debe prepararse para redefinir sus relaciones comerciales con la Unión Europea, siguiendo las reglas de esta, sin poder alguno sobre su elaboración.
El efecto político interno en lo inmediato ha sido la renuncia del primer ministro Cameron, quien convocó al referendo para resolver las divisiones de su partido, pero como dice el expresidente de España Felipe González: “Incendió la casa para salvar los muebles y se quedó sin casa y sin muebles”.
En el horizonte quedan posibles salidas de Escocia e Irlanda del Norte del Reino Unido, el portazo a la UE podría dejar reducido al Reino Unido a una pequeña Inglaterra.