La salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) ha hecho explícitas las tensiones regionales.
La eurofobia se ha juntado con el euroescepticismo y las fuerzas que adversan la integración europea se enfrentan al aparato burocrático de Bruselas amenazando con la retirada de otros países. La crisis de la eurozona será de nuevo puesta a prueba en próximas elecciones (Holanda, Francia y Alemania).
El nacionalismo xenófobo y populista de la extrema derecha ascendente es un factor de tirantez en el núcleo de la unidad europea. Las fuerzas centrífugas se acumulan con la contradicción entre un norte que pide austeridad (Alemania) y un sur que resiste a estos llamados (España, Grecia).
La crisis bancaria italiana y el posible éxito electoral del movimiento populista Cinco Estrellas añaden gasolina al fuego.
Los conflictos entre la democracia liberal del oeste y las derivas autoritarias en algunos países del espacio postsoviético (Polonia, Hungría) se añaden al panorama. La extensión de la UE al este encuentra fuertes resistencias en regímenes recién salidos del totalitarismo y en la reacción defensiva rusa frente a la injerencia en su vecindario cercano.
Rusia euroasiática también muestra una dimensión expansiva luego de la implosión del imperio soviético. La tentación de ir hacia el oeste ha sido una constante rusa, lo que puede explicar su proximidad con partidos europeos de extrema derecha. “Divide y vencerás”, pareciera ser su consigna.
Las migraciones, originadas en la guerra civil en Siria y en la ribera sur del Mediterráneo, amenazan la seguridad y la estabilidad política al dar excusas a la extrema derecha para soluciones autoritarias.
Y como si no existiesen problemas, Trump se inmiscuye en lo política interna de Alemania, amenaza con debilitar a la OTAN y los EE. UU. se retiran de las negociaciones económicas transatlánticas. Décadas de paz y unidad originadas en Robert Schuman, Jean Monnet y Konrad Adenauer peligran.