El triunfo de Chávez lleva a reflexión. ¿Por qué un líder se mantiene en el poder, a pesar de una oposición significativa, tanto interna como externa? ¿Por qué la oposición crece? ¿Qué esperar de la continuidad chavista?
El triunfo bolivariano reside en la mezcla poderosa de un discurso antielitista e incluyente, aderezado con petrodólares.
Los errores de la cleptocracia bipartidista le dieron credibilidad a un líder carismático, con orígenes populares y las élites tradicionales se derrumbaron ante el empuje populista. El caudillo llamó a la inclusión y, con el petróleo a precios altos, desarrolló políticas sociales que beneficiaron a los excluidos.
Sus alianzas externas le han permitido resistir la presión de poderosos enemigos a los que, sin embargo, no deja de hostigar con peligrosas amistades iraníes.
Por otra parte, Venezuela vive todavía en la dependencia del petróleo y de una insuficiente modernización tecnológica, su estructura productiva es vulnerable.
El discurso confrontativo del gobernante y su autoritarismo, reflejado en la persecución de los medios disidentes y en la burla a la división de poderes, crean resistencia en una sociedad que ve disminuir la libertad. La inflación persistente y la inseguridad restan legitimidad a un régimen, que si bien gana elecciones, no respeta mecanismos democráticos, como la independencia del Poder Judicial.
Si bien la oposición aumentó su votación, Chávez tiene ocho millones de votos, lo que le permite fortalecer su poder actual; no obstante, deberá examinar las causas del ascenso opositor y adoptar modificaciones para enfrentar las cercanas elecciones para gobernadores.
La oposición, un variado arcoíris, tiene el reto de unirse en torno a Capriles, líder con un perfil carismático suave que lo diferencia del perfil militar de su oponente, abriendo así nuevos espacios simbólicos en el universo político venezolano.
El 8 de octubre, las cartas no se jugaron definitivamente.