El fallecimiento de don Julio Rodríguez nos sorprendió: nos llegó como esa noticia que tumba la puerta mientras miramos el dintel y recordamos a ese hombre capaz de retarnos a reflexionar críticamente sobre la realidad nacional de la mano del respeto, la argumentación y la buena pluma.
Su hoja de vida lo llevó al periódico La República donde tuvo que ver directamente con esa potente idea de Rodrigo Madrigal Nieto de traerse a un grupo de intelectuales jóvenes.
Luego, llegaría a La Nación, donde su trayectoria lo marcaría como uno de los generadores de opinión más importantes del país. Al menos, para mí, junto a Rodolfo Cerdas, en el imaginario social del periodismo de los referentes.
Don Julio se caracterizó por su posición en la geopolítica del propio medio para el que trabajó desde 1985: frente a la puerta de sus cuatro jefes en el tiempo. Eso dice mucho de su profesionalismo y de sus capacidades como generador de opinión, pero también como un conocedor de las audiencias en sus aguas: la política era la expresión máxima de sus cualidades para escribir franco, sin tapujos y siempre, siempre, fino.
Ante su partida, las nuevas generaciones tendrán un banderín bien alto, que solo podrán curtir con el trabajo y el profesionalismo, que este amante del Club Sport Herediano nos regaló.
Para don Julio, los valores no cambian en el periodismo; tampoco su legado que siempre estará en quienes esperábamos En Vela para disfrutar de la política, la cultura, la vida nacional y el amor por la comunicación que nos permitió conocerlo como si nos hubiésemos sentado a tomar un café.
Adiós, inmortal.