El emprendedurismo creativo e innovador está pasando de ser una aspiración a ser una práctica en nuestro país.
Gracias en buena parte a organizaciones promotoras, incubadoras y aceleradoras; las visiones, expresiones artísticas e iniciativas empresariales –con y sin fines de lucro– de muchos jóvenes están empezando a convertirse en realidad.
Y las industrias creativas y de conocimiento se están expandiendo.
La semana pasada vimos cómo el lanzamiento de una película de largometraje sobre nuestra participación en Italia 90 alcanzó un nivel interesante en la taquilla del cine en su pre estreno, y fuimos testigos del interesante nivel de aceptación que tuvo en el mercado un nuevo software para hacer presentaciones en la nube.
Estas dos nuevas empresas son parte de una positiva tendencia: la realización del impulso emprendedor de jóvenes nacionales, que vienen a generar valor económico y social a través de los productos y servicios que ofrecen y de la generación de empleos en industrias de talento, conocimiento y tecnología.
El país necesita cientos –y hasta miles– de proyectos similares.
Nuestros jóvenes no deben aspirar, como carrera y fin profesional, a ser parte de la burocracia estatal. Esto implica crear condiciones que impulsen a muchos de ellos a invertir y arriesgar para alcanzar sus sueños creativos y emprendedores.
Hay que simplificar y abaratar los trámites de inscripción, patente y registro de las nuevas empresas y tecnologías. Hay que atraer y desplegar capital ángel y de riesgo; hay que abrirles el mercado regional y global de manera proactiva, facilitar su competitividad en costos de energía y abrirles facilidades de crédito para su perfeccionamiento y expansión.
La tendencia es real, pero apenas asoma.
Ahora debemos llevarla a escala y, para esto, la actitud y voluntad del Estado en crear un “ecosistema” habilitador será clave.