El Banco Central se decidió a enterrar el sistema cambiario de bandas. En octubre del año pasado en esta página editorial afirmábamos que este sistema era un “cadáver insepulto”, vigente en el papel, pero en realidad el tipo de cambio se estaba determinando mediante una flotación administrada.
El paso dado por el Banco Central en el Plan Macroeconómico 2015-2016 era indispensable para ajustar la normativa con la realidad de mercado cambiario. En teoría, con esta reforma, el país logra un sistema cambiario flexible para enfrentar los choques externos, que da margen para que el Central pueda dedicarse con mayor libertad al control de la inflación.
El Banco promete intervenir en el mercado cambiario para evitar la alta volatilidad del tipo de cambio. En esto estamos totalmente de acuerdo. Sin embargo, la experiencia de los últimos meses parece mostrar una intervención de tal grado que el sistema se parece más a un tipo de cambio fijo, que a un sistema de flotación.
Si por la víspera se saca el día, tendríamos un sistema donde el tipo de cambio se determina más por la “administración” que por la “flotación”. Si este fuera el caso, poco habríamos avanzado para tener una mejor política cambiaria.
En materia cambiaria creemos que se debe mantener un equilibrio entre la intervención del Banco Central para evitar una gran volatilidad que resultaría perjudicial para el cálculo económico y la necesaria flexibilidad para reflejar los cambios en los elementos fundamentales que determinan el tipo de cambio.
En el Plan Macroeconómico, el Banco Central mantiene el mismo rango meta del año pasado para la inflación de 2015 y 2016: entre el 3% y el 5%. Esto a pesar de la reducción de los precios internacionales del petróleo. El Central no quiso ser más audaz en la reducción de la inflación para impulsar el crecimiento de la economía y se decidió por reducir su tasa de interés de política monetaria.
La tasa de crecimiento del PIB para el 2015 –de un 3,4%– es relativamente modesta, tal como ha ocurrido en 2013 y 2014. Tres años consecutivos de bajo crecimiento del aparato productivo posiblemente se reflejarán en una mayor acumulación de población desempleada.
El crecimiento económico del 2015, según las proyecciones del Plan Macroeconómico, estará sustentado en la demanda interna, dada la disminución de las exportaciones de bienes y servicios. Esto es posible por la reducción de los precios internacionales del petróleo. En este punto hay que advertir que este comportamiento del precio del petróleo no es necesariamente permanente y posiblemente se revertirá, aunque sea en forma parcial, en el mediano plazo.
El Plan Macroeconómico cuantifica el déficit del Gobierno Central en 5,7% del PIB en 2015 y en un 6,6% en 2016 y reconoce el riesgo que implica este déficit para alcanzar la meta inflacionaria y para lograr el crecimiento económico. Sin embargo, le faltó contundencia en advertir sobre el peligro del desequilibrio fiscal para toda la economía, especialmente para el 2016.
En términos generales, el Banco Central sacó bien su tarea con el nuevo Plan Macroeconómico del 2015, pero quedan dudas sobre el verdadero significado de la flotación administrada y un alto riesgo de las consecuencias del déficit fiscal para el 2016.