A l revisar los resultados del VI Barómetro de empresas, realizado por Deloitte, queda claro que el sector productivo formal, representado en esta encuesta por 132 ejecutivos de grandes empresas, mantienen serias dudas sobre la capacidad del Estado para crear condiciones más propicias en pro del crecimiento de la economía nacional.
La construcción del optimismo empresarial se compone de tres elementos: la calidad y productividad de la plataforma productiva local; la situación general de los mercados internacionales; y la confianza en su propia capacidad –la de cada sector y empresa– de adaptarse a las condiciones del contexto por medio de mejores estrategias.
Al leer la encuesta de Deloitte queda la sensación de que el moderado optimismo de los empresarios se centra fundamentalmente en el tercer elemento, con expectativas moderadas en lo internacional y bajas en cuanto al ambiente local. En general, el 63% de los encuestados creen que no ha habido cambios de importancia en la conducción de la economía nacional en el periodo de seis meses desde la última encuesta y el 57,6% cree que no los habrá en el próximo año.
Cuando se opina respecto a la capacidad del Estado, es difícil imaginarse un mejor resultado ante la incapacidad mostrada por las instituciones de crear una mejor plataforma para la productividad.
Asimismo, el control de la inflación y del tipo de cambio, en conjunto con el déficit fiscal, ofrecen un panorama macroeconómico que no da para el optimismo, pues los dos primeros apuntan hacia la estabilidad y el tercero sigue siendo un gran riesgo que pesa sobre las tasas de interés y la capacidad del Estado de realizar inversiones de importancia. En general, hay pocas razones para el optimismo desde las perspectiva de mejoras en el clima de negocios en el país y la confianza de los empresarios en el actual Gobierno de hacer alguna diferencia es baja, pues 57,4% de ellos desaprueban la gestión de la presidenta Chinchilla y su equipo.
A nivel internacional el panorama es mixto. Si en algo ha sido exitoso el Gobierno y así lo reconocen los empresarios –gracias a la gestión del trío Comex, Procomer, Cinde– es en ofrecer una mejor plataforma comercial a las empresas del país, lo cual se complementa con un mayor y mejor grupo de compañías exportadoras que hoy emplean más de medio millón de personas y constituyen el principal motor de crecimiento de Costa Rica. Este impulso exportador, junto con la recuperación, lo reconocen los empresarios como factor de optimismo.
Sin embargo, la expectativa de crecimiento en los principales mercados –Estados Unidos y Europa– sigue siendo pobre y la diversificación de destinos de exportación tomará aún algún tiempo en madurar, pese a que la plataforma comercial y las relaciones con naciones asiáticas y de la región ciertamente ha mejorado. Así, la situación externa alcanza para un optimismo apenas moderado por parte de los empresarios.
En el tercer factor descansa la mayor parte del optimismo. Es en la capacidad estratégica de la empresa privada y su capacidad para aprovechar la dinámica del sector externo –exportaciones, turismo e inversión extranjera– y los buenos precios internacionales, que parece descansar la confianza de que el país crecerá en economía y bienestar pese al estancamiento de la plataforma macroéconomica y del clima de negocios, y pese a condiciones aún adversas en los principales mercados de exportación.
Está ampliamente demostrado que, pese a los esquemas de transferencia establecidos, la reducción estructural de la pobreza depende principalmente de ciclos de crecimiento económico sostenido y que una mejor situación fiscal es favorecida por un mejor desempeño de la producción.
Así, el impulso de la productividad es factor central del combate a la pobreza mediante la generación de empleo, que fue el factor peor evaluado por los empresarios pues un 48,1% lo mencionó como factor de preocupación.
Cabe preguntarse cómo es posible que el Gobierno y el Estado no comprendan que una buena parte del sector productivo nacional percibe que, en su conjunto, excepción hecha para Comex, ambos parecen limitar el crecimiento de la productividad en vez de ayudar a crearla y promoverla.
Esta es otra muestra clara de cómo la confianza que debe existir entre los sectores de una nación se viene minando. Si esta tendencia no cambia, pese a la demostrada robustez de nuestra economía productiva, el futuro no da para el optimismo. En una reciente visita al país, Álvaro Uribe, expresidente de Colombia, afirmaba cómo el pilar central de sus éxitos se basó en la reconstrucción de la confianza entre los diversos sectores sociales y económicos de su país.
De la creatividad y energía del sector productivo y de la sociedad civil en general emana un moderado optimismo por el futuro. Este podría presagiar una nueva era de desarrollo con equidad si tan solo nuestra clase política y las instituciones del Estado cumplieran con la parte que les corresponde al poner el servicio al ciudadano y la empresa productiva como su norte, en reemplazo de la lucha permanente por el poder y la politiquería ideologizada que hoy los caracteriza y limita en su gestión.