Las relaciones entre nuestra región y los Estados Unidos de América (EUA) entran en una nueva etapa. Después de la Guerra Fría y las guerras centroamericanas, los sistemas políticos regionales evolucionaron hacia democracias electorales imperfectas y quedaron pendientes los problemas del desarrollo económico y social a largo plazo.
La preocupación principal de los EUA giró hacia el tema de la criminalidad organizada y el control del tráfico de drogas, atrás quedó la preocupación ideológica con el comunismo.
El otro gran tema que surgió fue el libre comercio que cristalizó en la suscripción del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y República Dominicana, la nota predominante fue el énfasis en el comercio y no en la ayuda al desarrollo (Trade not aid).
El contexto actual es radicalmente diferente tanto en el norte como en el istmo centroamericano. La administración Biden trata de reconstruir sus alianzas a nivel mundial haciendo cierto énfasis en el multilateralismo, el regreso al Tratado de París para el cambio climático es una muestra de ello.
En un artículo publicado en el Washington Post, el pasado domingo, previo a un viaje por Europa, el presidente norteamericano insiste en su idea de formar una alianza mundial de las democracias, y afirma: “El periplo -escribe- servirá para reforzar el renovado compromiso de Estados Unidos con sus aliados” y para “demostrar la capacidad de las democracias para afrontar los retos y neutralizar las amenazas de nuestra era”.
El aislacionismo de la era Trump es sustituido por una acción diplomática que busca unirse con aliados que compartan el compromiso con la democracia. En una época en que se acentúa la rivalidad con las grandes potencias (China, Rusia), la preocupación por la presencia china en la región es un nuevo elemento de la nueva política centroamericana. Washington busca fortalecer sus posiciones políticas acudiendo a la reconfiguración de sus alianzas internacionales y a la redefinición de las amenazas a su hegemonía.
En este nuevo entorno Joe Biden trata de redefinir la situación con Centroamérica, donde los irresueltos problemas de la pobreza y la desigualdad han provocado tsunamis humanos hacia su frontera sur, en busca del Sueño Americano.
El problema de la seguridad fronteriza ha derivado en un tema de su política interna y en debates en torno a la humanización de la política migratoria, los que contribuyen a la polarización política y afectan temas importantes de la agenda nacional del nuevo presidente.
Centroamérica pasa a ocupar un espacio importante en la discusión a las orillas del Potomac, sólo que esta vez no son la injerencia soviética y la pulsión anticomunista los elementos dominantes, sino las caravanas interminables de personas que dejan los países del Triángulo
Norte, huyendo de la pobreza, el desgobierno y la inseguridad.
La nueva administración ha comprendido que si desea reducir estas mareas humanas, por razones de políticas domésticas y humanitarias, tiene que ir a la raíz del problema y dedicar recursos a programas de desarrollo que promuevan que los potenciales migrantes se queden en casa. Sin embargo, la ayuda pública será insuficiente y la señora vicepresidenta Harris promueve alianzas público privadas para fomentar la inversión privada en estos países.
En el marco de este nuevo capítulo en las relaciones, el secretario de Estado Blinken señaló, con ocasión de su viaje a nuestro país: “… Costa Rica y los Estados Unidos están juntos en una sociedad fundada en nuestros valores compartidos, en un enfoque conjunto de los temas más apremiantes (…) valoramos esta asociación, y queríamos que esto quedara muy claro.”
Esta visita evidencia que los EUA buscan un socio presentable en materia de respeto a los derechos humanos, libertad de prensa, sostenibilidad ambiental, así como firme acatamiento a las normas democráticas, esa convergencia con nuestros principios potencia nuestra acción diplomática.
La visita de la vicepresidenta Harris ha sembrado alguna duda sobre si el interlocutor privilegiado en Centroamérica es Costa Rica o Guatemala, la cual no tiene fundamento. Doña Kamala tiene a su cargo un tema específico: la cuestión migratoria; Blinken tiene la responsabilidad de dirigir las relaciones exteriores en su conjunto. El mandato de Harris incluye los países del Triángulo Norte, pero también México, de ahí su reciente visita a los aztecas y a Guatemala.
América Central no es solo migraciones, sino que incluye una agenda variada que va desde el narcotráfico hasta la inestabilidad política y el autoritarismo desbordado. Costa Rica es un apoyo para EUA en el tema migratorio pero nuestro involucramiento incluye la interconectividad de todos los temas que preocupan a los EUA en la región, la lucha contra la corrupción incluída.
Nuestra política exterior deberá tener esto muy claro para definir nuestros objetivos, tanto en relación con Estados Unidos, como en lo que respecta a nuestros problemas propios, en esta agitada región en que vivimos. La perspectiva de nuevas migraciones nicaragüenses, originadas en conflictos que se ven en el horizonte, y el comercio sin obstáculos de nuestros productos hacia el resto de los países de la región, son temas concretos donde la alianza con los EUA fortalecerá nuestras posiciones.
La Cancillería no puede permanecer pasiva ante la situación reaccionando únicamente ante los acontecimientos, es imperativo que el gobierno consulte a todas las fuerzas políticas respecto al tema centroamericano, máxime que se aproxima un cambio de mando y ante una situación convulsa es necesaria la convergencia de partidos y sociedad civil para enfrentar un huracán que se está formando en nuestro vecindario.
Forjar una política de estado hacia a nuestra vecindad no es un mero problema conceptual, va
más allá, requiere de un diálogo multisectorial que incluya a las empresas que exportan hacia la región, de los académicos que estudian los problemas centroamericanos y de los políticos que toman decisiones.
La conversación nacional sobre la incertidumbre que recorre al Istmo debe profundizarse, universidades e instituciones gubernamentales deben multiplicar la observación de las múltiples facetas de la crisis, con miras a suministrar insumos a quienes toman las decisiones políticas.
El aislamiento intelectual y político del vecindario cercano es una amenaza para la defensa y promoción de nuestros intereses nacionales.