La “pequeña” Gran Bretaña de la reina Victoria fue pionera de la Revolución Industrial y llegó a ser el imperio más grande del planeta. Sin embargo, su declinación relativa frente a sus competidores Alemania, Francia y Estado Unidos fue rápida.
Gran Bretaña transformó la producción y desarrolló nuevas tecnologías en algodón, acero, electricidad y la industria química, sin embargo, la aparente paradoja muestra que, mientras era la potencia comercial del mundo, ya había empezado a perder el ímpetu innovador, la productividad y la eficiencia. Sorprende también la sincronía de esa pérdida de eficiencia en todos los sectores.
El historiador Eric Hobsbawm explica la declinación de la innovación por factores relacionados a una educación antitecnológica y anticientífica de las escuelas de la élite y a actitudes de la clase empresarial, que la tuvo muy fácil en su inicio sin competencia internacional. Pero ante la creciente competencia, el sistema colonial y el monopolio del comercio con sus colonias protegió la industria británica al asegurarle materias primas baratas y un mercado seguro para sus productos.
Es decir, el sistema proteccionista establecido por el Imperio, fue una de las fuerzas que impulsó la Revolución Industrial, pero luego, al permitirle a la naciente industria aislarse de la competencia basada en nuevas tecnologías, rápidamente dio origen al estancamiento y el desempleo. Así se explica la paradoja británica, mientras reinaba en el mundo, su competitividad se erosionaba al aislarse de la competencia, lo cual reforzó actitudes no proclives a la innovación continua.
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El lenguaje proteccionista del presidente Trump, pretende aislar a Estados Unidos frente a la competencia internacional en los momentos en que es la economía más fuerte del mundo. La comparación con Gran Bretaña es obligada. Si bien las fuerzas innovadoras estadounidenses no han sufrido una merma comparativa a las británicas de finales del siglo XIX, el efecto de pretender proteger empleos estadounidenses en el sector de manufacturas, va a introducir elementos de ineficiencia de carácter sistémico al encarecer insumos a lo largo de la cadena de valor hoy globalizada, ya sea por efectos de mayor costo por los aranceles mismos, o por producción ineficiente por desviación de comercio.
Además, en la medida en que haya un retorno de fábricas a los EE. UU. , sería de esperar que este se acompañe de una mayor automatización. De tal manera, que el efecto neto de creación de empleos es dudoso, particularmente porque la pérdida de empleos industriales se explica, en más de alrededor de un 84%, por el proceso de automatización y tan solo un 16% por el comercio internacional. Así, en nombre del empleo industrial, se va a introducir proteccionismo, lo cual le restará competitividad internacional a Estados Unidos y lo podría llevar a perder mercados de exportación con un nuevo efecto negativo sobre el empleo.
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Si la administración Trump efectivamente introduce aranceles a sus socios comerciales y estos responden con la misma moneda, existe el riesgo adicional de guerras comerciales. La última ocurrió durante la Gran Depresión de la década de 1930 y fue, en gran parte, responsable de la severidad y duración del desempleo.
Finalmente, la administración Trump hace una mala lectura de la historia de la posguerra. Bajo el liderazgo de EE. UU. se ha venido gestando un sistema multilateral de comercio al amparo de la OMC y de los TLC con el objeto de establecer reglas claras y predecibles. Trump pretende regresar al bilateralismo, producto quizás de sus experiencias empresariales, para negociar con mayor fuerza intereses mercantilistas estadounidenses.
Renuncia así a un sistema que permitía a las economías competir y comerciar sobre la base de la productividad y eficiencia, y reglas claras, algunas en materias de interés particularmente estadounidense, como la propiedad intelectual. De nuevo pareciera querer establecer un mundo a imagen y semejanza de la era victoriana, un retorno al mercantilismo.
En definitiva, Trump difícilmente lograría la escala en la creación de los empleos industriales prometidos, y, en el proceso, arriesga debilitar la competitividad de la economía estadounidense y juega con fuego con las potenciales guerras comerciales.
NOTA: Ennio Rodríguez: Economista, Empresario, Presidente Colegio Profesionales Ciencias Económicas.