En estos días de desempleo rampante, inversión extranjera enralecida y déficit fiscal amenazante, el enfoque de la solución debiera comenzar en los quehaceres de la creación de actividad económica sana.
Los negocios –de todo tipo y en especial los privados– son una actividad dinámica de creación y destrucción.
Muchos emprendimientos fracasan, unos pocos sobreviven y crecen hasta formalizarse. Pero los que fracasan, emprenden de nuevo con mayor experiencia y reducen cada vez su riesgo.
En una economía como la nuestra, es indispensable generar nuevas empresas, acompañarlas y hacerlas volar, pero una vez que vuelan, se destetan y asumen en su totalidad los riesgos de la actividad como cualquier otro competidor.
Cuando una empresa entra en problemas de todo tipo, incluyendo la reducción de su actividad, la competencia agresiva o una mala administración, puede recurrir a un sinnúmero de opciones desde refinanciamiento hasta prácticas comunes de salvataje de empresas; otras deberán cerrar sin mucho drama.
Esa es la vida y aventuras del empresario privado.
Protejan el SBD
Entones, muy mal harían los diputados en convertir una iniciativa con el Sistema de Banca de Desarrollo (SBD), enfocado a nuevos emprendimientos innovadores y sostenibles, en capital de riesgo y en un fondo de garantías, para usarlo como un fondo de salvataje de empresas que ya han recibido soporte financiero de algún banco o entidad financiera, que incluso ya están facturando y, ojalá, pagando impuestos y cargas sociales.
Dicho más claramente: estas empresas ya tuvieron su oportunidad de participar en la actividad económica de su elección y deben sobrevivir con las condiciones que enfrenta cualquier otra empresa.
¿Qué tienen de especial los negocios de turismo que los hace diferentes de la manufactura o el software ?
El sistema financiero tiene otras muchas opciones para refinanciar empresas y cualquier sector puede optar por programas de apoyo generados por su sector.
Sin embargo, repartir dinero con fines muy específicos, como los del SBD, me dice que hay simplicidad y oportunismo en mentes perezosas que ven en algo bueno con fondos disponibles y muy atractivos para generar logros políticos fáciles, sin entender muy bien el daño que se puede causar en el largo plazo por castrar una iniciativa que apunta a las nuevas generaciones que merecen oportunidades iguales o mejores que sectores empresariales muy consolidados y muy sabedores de sus riesgos y beneficios.
El SBD está en su infancia y, al igual que un niño, necesita padrinos y protectores para que nadie tome ventaja de sus vulnerabilidad.