Cuando se tiene una empresa, sus propietarios generalmente destinan todos sus esfuerzos por sacarla adelante: invierten su tiempo, sus recursos, tratan de mantenerse a flote en medio de la competencia.
No obstante, existen una serie de malos hábitos que –quizás sin proponérselo- terminan arraigándose en las organizaciones empresariales e impiden su crecimiento y desarrollo.
A continuación, se detallan algunos de ellos.
1-Pensar únicamente como negocio y no como empresa.
Mónica Segnini, gerente general de la empresa Desacarga, menciona que en ocasiones los líderes empresariales dirigen todo su potencial en la rentabilidad que puede alcanzarse a través de una iniciativa o proyecto.
Si bien esa es una parte importante, no se preocupan por invertir en el fortalecimiento de la empresa y dejan de lado el respeto por la estructura empresarial y el seguir procedimientos.
Estos aspectos son la base de todo negocio y no pueden obviarse. Si se toman en cuenta, se estará pensando como empresa y no solo como negocio.
En algún momento, su empresa incurrió en este error, pero lo detectaron y alcanzaron un balance.
“Si bien nos generó ganancias en un plazo de tiempo, no se aprovechó ese tiempo de bonanza en la reinversión y el fortalecimiento de la compañía", recordó Segnini. "Dichosamente, se identificaron esos aspectos y se logró reorganizar nuestras acciones a una combinación virtuosa que permita tanto esa visión comercial de nuevos negocios y que a su vez estos encajen en la estructura formal de la empresa”.
2- Trabajar con la intuición como guía, sin un plan de negocios.
Otro problema que llega a afectar a las pymes es que se vuelve una costumbre tomar decisiones basados en las concepciones e ideas del dueño de la empresa, sin que estén justificadas en criterios sólidos ni en una verdadera estrategia en la que se definan los objetivos y metas de la empresa.
También se ignora el funcionamiento del mercado y no se genera una diferenciación en el producto o servicio que se ofrece. Para Segnini, contar con un buen plan de negocios contribuirá a que la empresa se estructure de la mejor manera y evite perder recursos.
3- Ausencia de políticas de servicio al cliente.
Si el cliente se queja y no se le presta la atención adecuada y, hasta se le ignora, se está cometiendo una falla enorme.
Toda empresa -sin importar su tamaño- debe fijar políticas claras y serias de servicio al cliente, para atender sus necesidades.
Hay que recordar que sin clientes la empresa no podría siquiera funcionar.
4-Resistencia a dejar el rol operativo o técnico para asumir el de gerente.
Cuando las empresas alcanzan cierto nivel de desarrollo, se vuelve conveniente que su dueño concentre sus esfuerzos en dirigir el negocio.
Pero, algunos se niegan a dar ese paso.
“Eso le cuesta mucho a los creadores de empresas: ya no ser el chef que cocina, el ingeniero que se involucra de lleno en lo técnico, el vendedor que anda en la calle, para convertirse en el gerente o emprendedor que debe planificar, organizar, dirigir, motivar y controlar a sus colaboradores y además no perder contacto con el cliente y la realidad del mercado”, considera Juan Carlos Leiva, profesor catedrático de la Escuela de Administración de Empresas del Instituto Tecnológico de Costa Rica.
5-Impedir la participación de los empleados.
La existencia de una sola voz que -desde arriba- dicta cómo deben hacerse las cosas, también puede afectar a las empresas.
Eduardo Villafranca, presidente de la empresa de consultoría RBA, critica que en muchas organizaciones se sigue usando el sistema de jerarquía tipo staff.
De acuerdo con Villafranca, esta forma de trabajo empezó a ser empleada por el ejército estadounidense y se extendió hasta las empresas.
“Este sistema conlleva a inhibir la participación del personal en aportar ideas y proyectos que beneficien a la empresa”, menciona el administrador de empresas.
Por otro lado, crea “islas de poder” en los negocios, lo que provoca una disminución de la productividad e impide que se desarrolle un buen trabajo en equipo.
Villafranca recomienda emplear sistemas de jerarquía horizontales, en los que hay menos posibilidades de que se den luchas de poder y se favorecen así los grupos de trabajo.
6. Desorden en diferentes áreas de la empresa.
Otro mal hábito de las empresas es que no son capaces de instaurar orden ni en su espacio físico (la mercancía está desordenada, las estructuras están sucias) ni mucho menos en el campo administrativo (no se planifica, no se tiene claro qué rumbo debe seguir la empresa).
En esas circunstancias, las posibilidades de fracasar o de cometer fallos son mayores.
7- No separar lo personal del ámbito empresarial.
Hay empresas que no hacen una división entre su negocio, su persona y su familia.
De esta forma, extraen dinero de la pyme cuando mejor les parece, lo cual puede afectar las finanzas de esta.
“Las cuentas deben separarse, la empresa es un ente por sí mismo. El emprendedor debe tener su salario como cualquier empleado y separar gastos de la empresa versus personales o familiares”, enfatiza el docente Juan Carlos Leiva.
8. No saber cómo fijar el costo de los productos.
Para Roger Forbes, coordinador de Negocios Responsables de Cegesti, en algunas empresas hay débiles estructuras de costos.
¿Qué provoca esto?
Que no se puedan obtener las ganancias más adecuadas al venderse los servicios o productos. O también se gestan ineficiencias que incrementan los costos.
“Recuerdo el caso de una empresa que, por debilidades en la estructura de costos, vendía servicios con tarifas que, al analizarlas desde el punto de vista financiero, generaban ganancias mínimas e incluso pérdidas”, cuenta Forbes.
9-Contratar al personal por favoritismo, más que por su capacidad.
En ciertas empresas, se nombran a los empleados por relaciones familiares o de amistad y no tanto por el talento o habilidad que requieren para el puesto que desempeñarán.
“Esto es común en empresas familiares con débiles estructuras de gobierno familiar”, alega Forbes.
La escogencia de un buen equipo de trabajo resulta fundamental y es una de las claves del éxito en toda empresa.
“No se trata de contar con los profesionales con mayores títulos o la gente con mayor experiencia, la garantía no está allí, sino en conocer bien los procesos, definir el perfil de la persona que debe atender ese proceso e identificar a la gente con esa capacidad y el conocimiento suficiente para que atienda ese proceso”, explica la empresaria Mónica Segnini.
10- Negarse a innovar.
Determinadas empresas se resisten a innovar en su negocio como, por ejemplo, incorporar tecnología en la empresa, porque creen que les saldrá muy caro o porque no tienen tiempo.
Lo que no saben es que el no invertir en la innovación puede salirles aún más oneroso.
Forbes cuenta que le ha tocado asesorar a empresas que han tenido que introducir cambios en el ámbito industrial, agrícola y de gestión con el fin de que sus clientes no los sustituyan por otras empresas.
Al final, se han visto en la obligación de ceder, pues esos clientes representan un porcentaje importante de sus ventas.
No se debe esperar a que haya presión de los clientes para innovar, sino hacerlo con el convencimiento de que la empresa puede mejorar considerablemente.
¿Qué puede hacer?
¿Se identifica usted con algunos de los hábitos o prácticas mencionados previamente?
Si así es, establezca una estrategia para ir desechándolos en beneficio de su propia empresa, de sus clientes y trabajadores.