Entrar a los negocios tecnológicos, especialmente a los emprendimientos, representa un cambio de paradigna en cómo se deben liderar y estructurar las empresas en la actualidad.
Mi más reciente experiencia fue en Santa Teresa de Cóbano, Puntarenas, cuando visité a un grupo de extranjeros que están desarrollando proyectos tecnológicos de alto impacto, con una oficina flexible y sin horarios. Su objetivo es hacer un pequeño Silicon Valley en la playa.
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Ellos cuentan con espacios para hacer yoga, recibir masajes, caminan descalzos en su espacio de trabajo y sus procesos de actualización laboral se da en un contexto de noches de pizza , sentados en sillones tipo puff y con los mejores conferencistas en temas como realidad virtual, criptomonedas e inteligencia artificial.
Situación similar ocurre en San José con la aceleradora Carao Ventures, donde tienen sus espacios para hacer coworking , cuentan con sus happy hours , no temen tener unas cervezas en su refrigeradora y también ofrecen espacios para hacer yoga y demás actividades que mantengan a los colaboradores motivados y enfocados en dar lo mejor de sí mismos.
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Se trata de espacios abiertos, pero que entre sus paredes se están levantando rondas de inversión por millones de dólares y que día a día se crean nuevos productos que van desde hacer entregas con drones, sistemas de pago digital en transporte público, modelos fintech e incluso explorar tratamientos para la cura de diferentes tipos de cáncer.
No es cuestión solo de complacer a los millennials , sino de nuevas formas de hacer el trabajo y que no requiere de horarios formales, estructuras verticales, jefaturas por doquier y procesos burocráticos que entorpecen el desarrollo y agilidad de las empresas.