Este año, el apagón analógico sustituirá la transmisión de televisión con señales analógicas por digitales, de acuerdo con la norma ISDB-Tb, conocida como el estándar japonés, versión brasileña.
Podría ser un cambio trascendental en un servicio público muy importante, por sus variadas implicaciones en la vida social, económica, política, jurídica y cultural.
Con esta norma, los usuarios tendrán mejor calidad en el servicio, con alta definición, móvil y portable, con buena señal dentro y fuera de la casa, con multiprogramación y, sobre todo, con la interactividad. Este elemento puede contribuir a disminuir la brecha digital, apoyar la educación en el hogar, el comercio electrónico y acercar al Gobierno Central y local con la población, dado que el 97% tiene al menos un televisor.
Técnicamente se aprovecha mejor la banda de frecuencias para la transmisión de audio y video, liberando franjas del espectro radioeléctrico actualmente ocupadas por señales analógicas.
La calidad de la programación de la televisión nacional sufre de pobreza cultural. En estos tiempos las televisoras buscan reducir costos de operación, conduciendo a tener problemas de producción y desarrollo tecnológico para desarrollar el potencial que tiene la televisión digital.
El desafío del cambio es no ser más de lo mismo. En la TV estatal hay un bajo financiamiento, que también conduce a los mismos problemas, teniendo a la televisión pública española, inglesa o alemana como referentes universales de calidad.
Como servicio público, el desafío mayor es su gobernabilidad. Hace falta una ley que regule apropiadamente la radio y televisión de acuerdo con el desarrollo socioeconómico y tecnológico, al cambio cultural y de perfil del televidente. Actualmente se rige por una ley obsoleta –la Ley de Radio de 1954– y por la Ley General de Telecomunicaciones de 2008, que absurdamente mantuvo vigente e hizo más incompleta e insegura la de 1954.