Hace 20 años, cuando empezó el boom de Internet, muy pocos se animaban a vaticinar la serie de cambios que la Red traería consigo. De hecho, la apuesta a la entonces llamada “supercarretera de la información” era alternativa y muchos patronos se negaban a dar acceso a sus empleados: consideraban que se trataba de una pérdida de tiempo innecesaria.
Con el paso de los años y del advenimiento de la banda ancha, las apuestas se inclinaron en favor de la Red, y las empresas comenzaron a explorar sus beneficios. En la actualidad, el tema de la banda ancha es un asunto de desarrollo económico y social. Su penetración se ha convertido en un impulsor de las economías, toda vez que otorga buenas oportunidades para superar la pobreza mediante la educación y mejora sustancialmente la productividad.
Según datos publicados por investigadores de Level 3 Communications, un incremento del 10% en la penetración de la banda ancha podría aumentar en 0,018 puntos la tasa de empleo. Además, un aumento del 10% en su penetración aumentaría en 0,16 puntos el crecimiento del PIB en nuestra América.
Otra área donde la banda ancha tiene un papel preponderante es el tema del gobierno electrónico. Lejos ya de ser una herramienta de propaganda oficial del gobernante de turno (como ha sido tradicional), facilita la interacción entre los tres elementos del e-government: Estado, administrados y empresas. No es fortuito que en la Cepal le den tanta importancia, al punto de considerarla un bien público global.
En 2010, la Sala IV dijo que el acceso a la Internet debe de ser considerado como un derecho humano. Evidentemente, no se trata solamente de tener conexión, sino de una banda ancha que permita mejorar la vida de los habitantes. Esto se traduce en personas más felices, y mejores empleados dentro de empresas que pasan a ser agentes evolutivos del cambio.