El hecho señalado por expertos de que los humanos hemos desarrollado subconscientemente la capacidad de negar la realidad como una forma de refutar o ignorar información que nos resulta incómoda o dolorosa, es preocupante, entre otras cosas, por la gravedad del problema ambiental que enfrentamos.
Una muestra de esto es el reducido efecto que tiene la amplia divulgación de información sobre el cambio climático, sus impactos y costos presentes y futuros que aparece en los medios de comunicación, como una reciente nota publicada en el diario La Nación sobre el tema (wvw.nacion.com/dominical/2002/octubre/27/dominical0.html).
Esta capacidad de negación hace que el reto que nos presenta el cambio climático sea en realidad doble. El primer gran desafío es el costo del desarrollo del conocimiento científico y tecnológico requerido y la implementación de las medidas necesarias, tanto para mitigar como para adaptarnos a las nuevas condiciones.
Una tarea grande, cara y compleja, que no podremos acometer sin antes enfrentar el otro gran desafío, el de cambiar nuestros patrones de comportamiento, dada la forma en que funciona el cerebro humano.
Como lo señala Gerald Addy, para avanzar en esa difícil tarea de enfrentar los problemas ambientales, será necesario poner el mensaje en un formato distinto, de tal manera que pueda alcanzar los impulsores del comportamiento, quizá el mayor obstáculo que bloquea el camino.
Será necesario focalizarse en los muchos atributos positivos de la naturaleza humana, como nuestras demostradas aptitudes para cooperar, la innata disposición para proteger a los niños o la atracción y empatía hacia la naturaleza y sus seres vivientes.
Como dice Addy, tenemos tanto la capacidad como la responsabilidad moral de buscar la sostenibilidad, empleando nuestro ingenio, destrezas y habilidades. La gran pregunta es si tenemos la valentía que se requiere.