El TEC se prepara para dar un nuevo empuje a la investigación y la transferencia de la biotecnología al parque empresarial.
La universidad triplicará el tamaño del Centro de Investigación en Biotecnología (CIB) en enero; es decir, el lugar donde se usan microrganismos y sus derivados (como enzimas) para producir bienes y servicios.
El impacto, inicialmente, lo experimentarán industrias vinculadas con la agricultura, la salud, la energía y el sector forestal, que contarán con más espacio para realizar investigación y desarrollo y nuevas áreas para explorar.
El nuevo complejo, ubicado en la sede central en la provincia de Cartago, albergará 14 laboratorios (más del doble de los disponibles en la actualidad) que se construyen en una hectárea de terreno. La obra representa una inversión de ¢ 1.200 millones.
Miguel Rojas, coordinador del CIB, explicó que el proyecto responde a la apuesta del país en la biotecnología, como un campo que puede dar valor agregado a la producción y atraer inversión extranjera directa.
“Se trata de más espacio físico, áreas de investigación y condiciones que permitirán acreditar a los laboratorios en un futuro. Esto último favorece a las empresas en sus proyectos”, dijo Rojas.
Más de todo
El investigador dijo que las nuevas instalaciones permiten aumentar la cantidad de estudios y su complejidad, así como su magnitud que pasará de una escala pequeña a mediana.
Con ello, se espera mejorar la atención a las empresas que solicitan la ayuda del TEC para crear nuevos productos o integrarles el componente biotecnológico.
Hoy el CIB genera unos 20 proyectos de investigación al año, un 60% de estas iniciativas tienen relación con las industrias del país.
“En los cuartos de crecimiento vegetal, que son más y de mayor tamaño, se podrán ver los patrones de desarrollo de plantas en diferentes climas, temperaturas y ciclos de luz”, dijo Rojas.
Este tipo de estudio, por ejemplo, hace posible generar plantas maderables libres de virus (como la teca) y crear protocolos para ser aplicados por las industrias.
Otras de las mejoras se darán con el laboratorio de criopreservación, cuyas condiciones actuales no permiten conservar las plantas en ambientes ideales.
Con las nuevas condiciones, se podrá utilizar nitrógeno líquido para guardar plantas en peligro de extinción, entre ellas especies maderables como el pilón y el cedro.
Este paso también permitirá a los 28 investigadores y 50 asistentes (estudiantes) que allí trabajan experimentar en áreas nuevas con alto potencial comercial.
Este es el caso de la apertura de un laboratorio de bioenergía donde se estudiará y experimentará con fuentes biológicas de energía, como microalgas, que tendrán tres piletas gigantes para reproducirse.
Una segunda área será la microbiología. Rojas comentó que en este laboratorio se trabajará con bacterias. Esto abrirá una ventana para la experimentación, por ejemplo, de bioinsecticidas para el sector agrícola.
El otro campo que se agrega es la genética molecular. En este mismo laboratorio, los científicos estudiarán y crearán nuevos protocolos de diagnóstico de plantas y para el manejo de tejidos humanos.
Siguiendo el plan país
La biotecnología en el país tiene más de 40 años de desarrollo. El Instituto Clodomiro Picado fue unas de las primeras instituciones en incursionar.
En 1997, se empieza a dar la formación de especialistas en este campo, cuando el TEC abrió el bachillerato en biotecnología, que gradúa unos 30 biotecnólogos cada año.
Hace tres años, el país decidió aprovechar la trayectoria y el recursos humano disponible para impactar sectores productivos y atraer inversión extranjera directa de alta tecnología.
Por ello, el Plan Nacional de Desarrollo señala a la biotecnología como un área de interés. Un mandato que recoge el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación que dicta que “la inversión en esta área es impostergable”, por sus efectos multiplicadores en la producción científica de otras ramas y por “el alto impacto que genera su aplicación a la resolución de problemas que afectan el desarrollo y la productividad”.
Por esta razón la Coalición Costarricense de Iniciativas del Desarrollo (Cinde ) integró en el plan de atracción de inversión extranjera directa la biotecnología.
“El subsector de biotecnología empezó a estudiarse en el 2009 y desde entonces se iniciaron los primeros esfuerzos por interactuar con el sector a nivel internacional”, dijo Gabriela Llobet, directora de Cinde, quien añadió que se ha dado mayor énfasis al trabajo desde el 2011 con la participación en eventos especializados de la industria y visitas y viajes de negocios para ver a potenciales inversionistas.
Por ello, Llobet estima que la ampliación del CIB refuerza el potencial del país porque fortalece el mensaje de calidad y capacidad que tienen las instituciones de investigación.
El TEC contabiliza 128 entidades vinculadas con la biotecnología, algunas son pequeñas empresas ticas de biotecnología. Rojas comentó que muchos de estos emprendimientos han surgido en las aulas en Cartago.
Reto: más recursos
Otra de las novedades que vendrá con las nuevas instalaciones del Centro de Investigación en Biotecnología es la modelo de financiamiento de los proyectos.
En la actualidad, un 18% del presupuesto de la Vicerrectoría de Investigación del TEC se invierte en la labor de investigación en biotecnología. Rojas dijo que se entra en una nueva etapa para ampliar estos recursos y lograr ciertos grados de soltura financiera para hacer más cosas.
Una tarea que deberá acompañarse de la promoción de este campo. La demanda interna de los productos biotecnológicos es poco sofisticada, ya que los clientes desconocen el potencial de la biotecnología.
Este desconocimiento hace que el acceso al crédito se complique, porque se rechazan las solicitudes por desconocer las características de este tipo de bioempresas, su operación, sus productos.
Según datos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones, la inversión anual del país en biotecnología debería ser de $10 millones, pero las cifras que se manejan son de ¢1.245 millones invertidos entre el 2008 y el 2011. Ni sumando los aportes de ¢1,9 millones del Consejo Nacional de Rectores (Conare) para investigaciones hechas entre el 2006 y el 2011 se llega a la cifra.
Empero, el TEC apuesta en la promoción que se hace con los trabajos de graduación que los estudiantes realizan en las empresas. Otra arma será la mayor capacidad para crear iniciativas que la nueva infraestructura les permite.