A finales del presente mes de noviembre dará inicio en París la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático, suscrita en Río de Janeiro en junio de 1992.
En estos casi 23 años, los más de 150 países que la suscribieron no han podido llegar a un acuerdo que permita disminuir las emisiones de carbono a la atmósfera. Por el contrario, estas han aumentado sistemáticamente.
A pesar de que el costo de no hacer nada será mucho mayor que el de hacer algo ya, las consideraciones políticas y económicas se han antepuesto a las complejas y costosas medidas requeridas para tal fin.
Todo esto con pleno conocimiento de las serias implicaciones que la ciencia predijo que dichas emisiones tendrían al cambiar el clima del planeta.
A pesar de que existe la posibilidad de que suceda lo mismo que en todas las conferencia anteriores, en que las expectativas de lograr acuerdos nunca se concretaron, la de París sí podría alcanzar lo que las otras no pudieron.
La opinión de algunos expertos es que ahora hay mayor conciencia internacional sobre el problema, unida a la presión de la sociedad civil, los científicos, líderes religiosos y el sector privado mismo. También existen tecnologías avanzadas ya disponibles a precios competitivos.
Estos factores podrían aumentar la presión sobre los gobiernos para llegar a acuerdos vinculantes y compromisos adecuados, que puedan enrumbar el mundo hacia un modelo de desarrollo sostenible y, por ende, bajo en emisiones de carbono.
En el fondo, el reto de París será lograr que esa amenaza del cambio climático pueda activar los impulsores del comportamiento que están en el cerebro humano estimulándonos a actuar, empleando uno de los atributos únicos y más poderosos del Homo sapiens , que es su capacidad de cooperar.
Solo así podremos enfrentar exitosamente el cambio climático.