¿Cuál es el valor del talento? Eso lo saben, con precisión, los que lo emplean en sus procesos productivos según las competencias y su nivel de profundidad (del técnico al doctor). Se manifiesta en el valor agregado que produce dentro de la cadena de valor de las organizaciones.
Tradicionalmente el costo de producir un técnico o ingeniero con talento valioso para alguien, es cubierto por la familia del estudiante y por el Estado, en forma directa. En los posgrados, generalmente el costo es asumido por el estudiante. Así vemos con cuánto esfuerzo económico y familiar se gradúan excelentes másteres y doctores en áreas de gran valor económico, con valiosas competencias principalmente para la economía digital. De estas competencias dan fe las mismas empresas que los contratan, pero son muy pocas las que contribuyen con su formación. La mayoría lo que piden al sistema universitario de posgrados es que forme cada año cientos más de graduados. Amén de que tenemos problemas de recursos y vocaciones: de los graduados del sistema, solo 6,45% son ingenieros y el total de todos los posgrados representa el 11,2%.
Afortunadamente algunas empresas ya se han percatado de la necesidad de coinvertir en la formación del talento que requieren. Es un asunto de economía política y microeconomía. Expreso mi optimismo por un cambio de mentalidad. Dos grandes empresas que emplean cientos de ingenieros en labores de investigación, como Intel y Hewlett-Packard, reconociendo la calidad de los estudios de la Maestría en Ciencias de la Computación del TEC, han invertido recursos financieros e infraestructura de aulas y laboratorios para que sus mejores colaboradores reciban in situ, y sin costo para ellos, su formación de maestría, que los habilite para potenciar sus labores de investigación. Definitivamente este es un camino inteligente para cogenerar el valor del talento.