Historia repetida: el colapso de Interbolsa

Esta historia es ante todo un debacle de las personas, causada por sus límites y su criterio. También refleja el peligroso atractivo de la innovación en productos financieros, cuyos riesgos no son medidos adecuadamente. ¿Cuando es demasiado?

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La historia de la quiebra de Interbolsa en Colombia, me ha conmocionado por lo repetitiva de la historia, porque ha afectado directamente a personas que conozco y porque conozco Colombia bastante bien después de haber vivido allá cerca de una década. Es historia repetida porque ya hemos visto colapsos en varias latitudes y siempre el origen es el mismo.

No me corresponde a mi hacer análisis financieros, pero esta historia es ante todo un debacle de personas, de seres humanos sin medida que arrastraron consigo a otros seres humanos. Al igual que otras, es una historia de traición y de ambición, de límites inexistentes en lo personal y en lo institucional.

Copio textualmente de un artículo de opinión de Carlos Caballero Argaez, que me envía Ana Lucía y que considero muy atinado:

“Las gentes se preguntan por qué colapsó Interbolsa. Por qué se repite la historia de la empresa que crece rápidamente hasta llegar a posicionarse como la primera en la Bolsa de Valores de Colombia y luego cae estrepitosamente. Las respuestas convencionales son bastante obvias.

Pues claro que falló el profesionalismo de una firma que se excedió descomunalmente en los riesgos que corría. Y, desde luego, fallaron la regulación, la autorregulación y la vigilancia del mercado. Como en la crisis del 2008 de los bancos de inversión de Wall Street -Bear Sterns y Lehman Brothers, entre otros- pudieron más la codicia, la voracidad, la insaciabilidad que cualquier consideración ética en un negocio que maneja el ahorro de unas personas que confían en la Bolsa y en sus agentes.

Pero el episodio me recuerda un libro que leí a mediados de año, escrito por el intelectual inglés Robert Skidelsky, gran biógrafo de John Maynard Keynes, y por su hijo Edward. Ellos formulan el interrogante de "¿Cuánto es suficiente?". Es decir, hasta dónde acumular dinero. Y argumentan que sobrepasar ciertos límites va en contravía de lo que podría entenderse como la "buena vida" (How much is enough? - Money and the good life, 2012).

…como señalan los Skidelsky, "hacer plata no puede ser un fin en sí mismo, al menos para alguien que no sufra de un desorden mental agudo".

Los avances tecnológicos y la sofisticación de los conocimientos y los negocios financieros dentro del sistema capitalista han distorsionado el valor del dinero y hecho muy vulnerables a las entidades financieras -bancos y no-bancos- al comportamiento humano o a los eventos externos. La facilidad para hacer plata conduce, muchas veces, a que quienes actúan en estos mercados pierdan el sentido de la realidad y los patrones éticos.

Todos los días hay nuevos productos financieros -repos, derivados, hipotecas 'subprime', etc.- en los cuales se incurren riesgos difíciles de calcular y de comprender para el inversionista. La innovación va por delante de la regulación y de la vigilancia de las autoridades, con la consecuente inestabilidad de las entidades y del sistema. De ahí la importancia de la formación, no solamente técnica sino humanística y ética de quienes van a desempeñarse en el sector financiero. Y la gran responsabilidad de las universidades y, en un caso como el de Interbolsa, de las autoridades y de la Bolsa de Valores.

El culto al dinero y al consumo excesivo es una consecuencia de la reducción de la vida económica al individualismo extremo…

…Por muchas causas -el narcotráfico entre ellas-, el ideal de la plata fácil y de 'hacer plata' a como dé lugar enfermó mental y socialmente a los colombianos desde finales de los años setenta. Se perdieron otros valores, como la búsqueda de una mejor sociedad. Caímos en la ley de la selva.

No extraña, entonces, el derrumbe de Interbolsa: muestra la virulencia de la enfermedad nacional.”

Considero que Colombia no es una excepción, sino que es éste un modelo que se multiplica a través de toda América Latina, en mayor o menor grado, en países pequeños y no tan pequeños. Este siglo y el final del pasado nos han provisto con numerosas historias de voracidad extrema. ¿Cuanto es suficiente? ¿Cuando es demasiado?