Sin dramas

El estilo de liderazgo en que prevalece el drama y la explosión cada vez demuestra mas su escasa efectividad.

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El drama acompaña a muchas mentes brillantes y muchas no tan brillantes. Basta leer la biografía de Steve Jobs para rápidamente encontrar las muchas instancias en que su atormentada mente se proyectaba a través de acciones dramáticas a la vez que nocivas. Y uno se pregunta. Si logró tanto, siendo tan nocivo ¿cuan lejos habría podido llegar si no hubiera sido tan dramático? Ciertamente, creo que su empresa habría sobrevivido de manera mas saludable.

Hemos visto la semana pasada, como salió por la puerta de atrás el auto-proclamado mini Steve, Scott Forstall, quien fue un protegido y favorito de Jobs en su momento. Pero claro está, entre favorito de Jobs a genial como Jobs, hay un trecho largo. Terminó siendo que Forstall adoptó el drama, pero no pudo adoptar los resultados. Creo que lo mató el Efecto Dunning-Kruger(1999): un sesgo cognitivo en el que las personas sufren de superioridad ilusoria calificando su capacidad por encima del promedio, muy por encima de lo que realmente es, toman malas decisiones y llegan a conclusiones erróneas, pero su incompetencia les niega la capacidad de reconocer sus errores. Para muestra la pésima manera en que manejó el desastre de los mapas de Apple.

Los líderes dramáticos, “prima donnas” o divos, son como niños malcriados de 6 años, con una capacidad de hacer daño magnificada, tanto por el impacto de sus acciones en los demás, como por la malicia que puede ir incluida. Son personas groseras, explosivas, caprichosas, gritonas, intransigentes y evidentemente poco colaboradoras. Dice Wikipedia, que son personas que se comportan de una manera exigente, a menudo temperamental, revelando una visión exagerada de sí mismos, su talento y su importancia. El líder diva es víctima de sus propios demonios internos, los cuales considera que no hace falta superar. Fatalmente, van creando a su alrededor un zoológico de mini-divos que enferman aún mas la organización. Peor aún, también les rodea una corte de aduladores, que saben que alimentando su ego, sobrevivirán, claro está, éstos no tienen una carga de dignidad muy alta.

Cuando el mundo era de héroes solitarios, cuando había muy pocas personas sumamente capacitadas, los divos se toleraban y sobrevivían. Hoy en día, eso no es así. El costo de tener a un “divo” muchas veces sobrepasa a sus logros. Y en algún momento salen. Por la puerta de atrás. O sea, alguien mas se encarga de que salgan de escena. Con el drama a otro lado.

Los equipos manejados por divos, son temerosos al grado de impactar negativamente en la productividad y los resultados. La inestabilidad, el capricho y el drama, crean un patrón irregular de trabajo, que pasa a ser desenfocado y disparejo. Eventualmente, la rotación toma el protagonismo.

Por el contrario, el líder cero dramas es centrado, equilibrado, exigente sin aspavientos, inspira y da ejemplo, de manera que logra un nivel de efectividad sostenible. El efecto cascada que genera es positivo. Un ejemplo de alguien que pulverizó la dinámica divas es Guardiola con el Barça: niveló a todo mundo, les bajó los humos, les fortaleció la estima y les exigió al máximo, inspirándoles y dando ejemplo con su comportamiento . Hasta llegar a ser lo que fueron bajo su mando.

Pienso que las organizaciones se hacen a si mismas un daño profundo, preservando a los divos tal cual, haciendole a ellos también mucho daño. El estilo dramático, no es irreveversible, se puede trabajar, a través del Coaching, con disciplina y determinación, siendo plenamente conscientes de que tienen una falla, tal vez trágica.