Una limitación no es el fin

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Fue una semana rara en las noticias. Está enfermo Mandela y ha dejado de hablar, tal vez preludio de una noticia triste. Murió Niemeyer en Brasil a sus mas de 100 años, dejando un controversial y abundante legado arquitectónico. Apareció muerta en Londres una señora enfermera que terminó siendo víctima de una broma de mal gusto de un par de locutores australianos haciéndose pasar por la Reina Isabel II. Hugo Chávez recién reconoce que tal vez sus días están contados. Y por ahí sigue la discusión sobre si el Baktún es el fin del mundo o el inicio de una nueva era o nada.

Esta semana que pasó tuve una experiencia similar con una película y con un ser humano. Fui a ver la película francesa Intouchables sobre un tetrapléjico atendido por un joven marginado que recupera la diversión por la vida, dejando atrás la victimización que por lo general se asocia con su condición y que ciertamente reflejaban los que le atendían, aunque él lo detestaba. Lo mas increíble es que es basada en un caso real, de seres que aún están vivos. Cada uno a su manera está fuera de la sociedad, el uno por su discapacidad a pesar de su abundancia económica y su refinamiento, el otro por raza y falta de educación. Sin embargo, cada uno le ofrece a otro una perspectiva diferente de la vida y por encima de todo tienen la capacidad de reír y compartir el sentido del humor. Esto último, por extensión la película se lo comparte a uno. Soy una ferviente creyente en el sentido del humor y la risa como un elemento esencial de la sobrevivencia en este mundo, a veces inhóspito. Ver a estos dos unidos a través del vínculo de la risa me encantó. A como también me encantó ver como las vidas de ambos se enriquecen y amplían a través del simple entrar uno en la vida de otro. También me recordó cuanto nos perdemos por rechazar lo que simplemente es diferente a uno, lo que “no es conocido” . En ciertos círculos casi se torna en un calificativo despectivo, lo no conocido. Es una pena. No se puede renovar en medio de la reiteración. Lo desconocido es lo que nos amplía la mente, el criterio, la capacidad de análisis y la capacidad de innovar y renovar.

Hoy tuve la oportunidad de conocer a un señor de 71 años, filántropo, empresario, gusta de andar en un velero gigante cruzando los mares del sur, igual que provee ayuda para la educación y salud de niños necesitados en Costa Rica o se preocupa de su gran fábrica o de su pequeña finca de café—todo normal, pero el tema es que es ciego desde hace 20 años por una condición genética que ya padece su hijo y también su nieta. Este señor, ciudadano de los Estados Unidos, me dio una gran lección en vivo y en directo, de alguien que mantiene su curiosidad de exploración, su entusiasmo y su vitalidad, trascendiendo lo que visto desde muchos ángulos es un evento trágico. Si la película me dejó un par de reflexiones, la conversación con este señor, me dejó muchas mas.

Son días bonitos, de aprender a ver la vida desde otro ángulo, de agradecer por mi salud y mis cinco sentidos. Son regalos que da la vida, siempre que uno tenga la amplitud de mente de no buscar como replicar lo de siempre, en películas, lecturas, personas o lugares.