Carlos Fuentes y Oscar Arias

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¿Qué conservo del escritor mexicano Carlos Fuentes, quien falleció el pasado 15 de mayo a los 83 años de edad?

Un valioso tesoro: 20 de sus libros, una dedicatoria firmada en la primera página de “El naranjo”, un CD que contiene su voz leyendo fragmentos de “Cristóbal Nonato”, un libro biográfico-fotográfico elaborado por Julio Ortega y publicado por Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, y el recuerdo de un episodio que viví con él y el expresidente Oscar Arias.

Si la memoria no me falla y la fecha que anoté en uno de sus libros es correcta, la siguiente anécdota ocurrió en julio de 1997…

En calidad de periodista de La Nación, en donde trabajé desde julio de 1987 a setiembre del 2000, fui al hotel Marriott, en San Antonio de Belén, en busca de este autor al que leí por primera vez entre el 26 de octubre de 1990 y el 23 de enero de 1991, gracias a una edición de la novela “Gringo viejo”, publicada por el Fondo de Cultura Económica.

Llegué a ese lugar antes de que lo hicieran Fuentes y Arias, el escritor y el político, el de las reediciones y el de las reelecciones, y me senté a esperarlos en uno de los corredores.

Unos 15 minutos después llegaron los dos. Me levanté, caminé hasta el mexicano y me presenté como un periodista interesado en entrevistarlo.

Antes de que el padre literario de “Constancia y otras novelas para vírgenes”, “La silla del águila” e “Instinto de Inez” pudiera contestarme, Arias se le adelantó y con tono cortante me dijo que don Carlos tenía una agenda de trabajo muy apretada como para atender a la prensa.

El escritor aguardó a que el politico se alejara un poco y, con voz baja (como de tío bonachón) me pidió que lo esperara unos minutos.

Así lo hice, pues confío más en las promesas de los artistas que de los políticos.

Fuentes apareció unos 45 minutos más tarde. Nos tomamos un café y conversamos durante 20 minutos. Un hombre culto, educado, amable, afable, ameno, con sentido del humor, buen conversador y sin aires ni poses de pavo real. Al final nos estrechamos las manos y él regresó a la reunión con Arias.

Cada vez que repaso este episodio, me hago exactamente la misma pregunta que se plantea uno de los personajes de “Los años con Laura Díaz”, también de Fuentes: “¿Por qué no nos gobiernan los poetas?”

Ya hemos llevado a Zapote a politólogos, economistas, abogados, ingenieros e inclusive un siquiatra… ¿Por qué no darle la oportunidad a un poeta? Quien quita y nos contagie su inspiración, imaginación, sensibilidad y creatividad, así como un sentido diferente del valor de las palabras, y —de paso— demuestra que sus ideas y proyectos riman más con la realidad.