¿De quién son estas palabras?

¿Winston Churchill, Abraham Lincoln, Nelson Mandela? Obviamente pertenecen a un político responsable en el manejo de las finanzas públicas, un estadista incapaz de dejarle al país un hueco de ¢600.000 millones en el presupuesto

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Sospecho que son de un verdadero estadista porque no cualquiera es capaz de escribir y pronunciar un discurso de tan alto nivel...

“Cuando me equivoque, corríjanme; cuando me pierda, búsquenme; cuando flaquee, denme fuerzas. Si no les escucho, reclámenlo; si les abandono, si no estoy ahí cuando más me necesiten, si usurpare con aviesa intención la confianza depositada en mí con tanta generosidad por un pueblo que demanda honestidad y buen gobierno, repúdienme”.

Salta a la vista: un político realmente visionario, iluminado, preclaro, brillante, enfocado en el largo plazo, con perspectiva de futuro. Y, como si fuera poco, un renovador del quehacer político, un transformador de la administración del poder, símbolo inequívoco de la regeneración del ejercicio de la Presidencia...

(Enemigo acérrimo de ) “la política tradicional y sus estratagemas”.

No sé quién es, pero imposible no compararlo con el filósofo griego Diógenes de Sinope también llamado Diógenes el Cínico, quien caminaba por las calles de Atenas con un candil en la mano a plena luz del día, en busca de un hombre honrado...

“Es un clamor que exige un cambio profundo en la forma en que el país se gobierna y administra. Es un clamor que pide verdad y luz en los procesos de toma de decisiones. Es un clamor que no quiere dádivas sino empleos decentes; que no espera milagros, sino el eficiente manejo de los asuntos públicos”.

Sin duda, todo un maestro en el complicado arte de tejer acuerdos, entendimientos, pactos y, por ende, lograr la aprobación de proyectos relevantes e impostergables. Lejos de él —¿cómo se llamará— actitudes como la arrogancia y ceder fácilmente a las presiones de determinados grupos; hombre valiente, de armas tomar, firme, privilegiando siempre el bienestar general...

“No abogo por la adopción de consensos superficiales y ficticios, construidos en torno a mínimos comunes denominadores, alcanzados por medio del intercambio de dádivas o el disimulo de pecados recíprocos (...) Despojados de todo dogmatismo y práctica sectaria, y desterrando cualquier clase de revanchismo partidario, dialogaremos con todos los grupos políticos, fuerzas productivas, movimientos, poblaciones y sectores sociales (...)Ello me obligará a presidir un gobierno de puertas abiertas, de consulta y diálogo permanente con todos aquellos actores de nuestra sociedad".

El ego en su lugar

Intachable. Impecable. Un ejemplo, paradigma, modelo, prototipo por excelencia....

(Una voz valiente para denunciar las viejas negociaciones) “por debajo de la mesa” (y las) “malas prácticas” en concesiones de obra pública.

El ego en su lugar. La vanidad perfectamente controlada. Cero narcisismo. ¡Lo importante es el pueblo!...

“Haremos un gobierno transparente que, desde hoy, se compromete a rendir cuentas de todos sus actos en forma puntual, precisa y oportuna. En esta nueva Administración, el pueblo tendrá la posibilidad de escrutar, día a día, nuestras acciones, así como de señalar y censurar nuestras omisiones, para exigir las rectificaciones que correspondan”.

¡Quién quita y se trate de un historiador! Digo, por esa habilidad para combinar pasado y presente...

(Habló de la tecnología y el ciberespacio al servicio de la transparencia) “una especie de ágora moderna”.

A continuación hay una pista importante sobre el dueño de estas palabras: un político responsable en el manejo de las finanzas públicas. Alguien incapaz de dejarle al país un hueco de ¢600.000 millones en el presupuesto.

“No creo que haya que encender alarmas y hablar de un inminente colapso del Estado”. (Agregó que un 6% de déficit fiscal no es catastrófico, pero sí marca alertas).

¿Winston Churchill, Abraham Lincoln, Nelson Mandela?