Don Luis Guillermo, no suelte el timón

No permita, señor Presidente, que estos piratas de la institucionalidad escondan los remos, administren las velas, se apoderen de la proa y la popa, secuestren el mástil y se envalentonen en el puente de gobierno

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Don Luis Guillermo, no suelte el timón. Se lo pide respetuosamente un ciudadano que en múltipiles ocasiones no ha estado de acuerdo con el rumbo que usted le ha dado a este barco llamado Costa Rica, pero que tiene claro que el Presidente de la República —el capitán— es usted, pues fue elegido democráticamente en ese cargo en las elecciones presidenciales anteriores.

Aclaro: cuando le ruego que no suelte tan importante instrumento de navegación no es porque tema o sospeche que usted tenga esa intención. Lo hago porque estamos en el inicio de una semana en la que unos cuantos marineros osados e irresponsables van a intentar lo que han pretendido en otros gobiernos: no despojarlo de la pieza que marca la ruta, pero sí meter mano en procura de dar algunos golpes de timón —manotazos— que enrumben el navío hacia el muelle que más les conviene a ellos pero no al país.

No permita, señor Presidente, que estos "amotinados" —piratas de la institucionalidad— escondan los remos, administren las velas, arrojen el ancla donde les plazca, se apoderen de la proa y la popa, secuestren el mástil, abollen el casco, hagan lo que se les antoje con el cabestrante, tiren por la borda las reformas, desafíos y oportunidades de toda una nación, ignoren el faro —en especial, las luces de alerta fiscal—, y se envalentonen en el puente de gobierno.

En estas aguas no está usted solo. Cuenta con el respaldo de una gran cantidad de marineros que no solo sueñan con que esta embarcación llegue a buen puerto, sino que además ya no se amedrentan con las intimidaciones, amenazas, matonismos y diatribas encendidas tendientes a implantar una única brújula, una sola hoja de ruta, la visión de solo un catalejo. A nadie asustan ya esos señores con sus trilladas advertencias de que si no se complacen sus demandas y berrinches van a obligar al país a abordar los botes salvavidas.

Señor capitán, confiamos en usted. Por favor no nos defraude.