El absurdo arte de las disputas estériles

¿Qué podemos aprender los costarricenses del inútil debate sobre la altura verdadera del monte Everest?

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¿Será que en este mundo no hay problemas verdaderamente serios como para que dos países se empecinen en mantener viva una controversia sobre la altura real del monte Everest?

Claro, los costarricenses no somos quienes para lanzar la primera piedra en materia de disputas inútiles...

Pero antes de ahondar en el caso de Costa Rica, retornemos brevemente al debate en torno a la cantidad de metros que median entre el nivel del mar y la cúspide del Everest.

China, dueña de la vertiente norte del gigante de la cordillera del Himalaya, está aferrada a que se trata de 8.844,43 metros, en tanto que Nepal, propietaria de la pendiente sur, está plenamente convencido que son 8.848 metros.

En efecto, una disputa verbal y geográfica por 3,57 metros de diferencia. Para dimensionar esa medida, le cuento que la longitud oficial de una portería de fútbol es de 7,32 metros, extensión que dividida entre dos arroja un resultado de 3,66 metros.

Dicho de otra manera: un pulso por una distancia nueve centímetros más pequeña que la mitad del espacio que separa a ambos postes verticales en una cancha de balompié.

¿Cuál es el origen de la cifras que defienden los nepalíes y del dato por el que abogan los chinos?

El primero procede de una medición que hizo la India en 1955, reconocida por el planeta y registrada en Google. Mientras, el segundo proviene de una medición efectuada en el 2005 por el NASG (departamento geográfico y cartográfico de China).

Otros dos elementos que condimentan esta "importantísima" controversia es que los chinos no toman en cuenta los más de tres metros de nieve que cubren la cima del Everest, así como el hecho de que algunos expertos afirman que las montañas del Himalaya perdieron tres centímetros de altura debido al terremoto del 2015 en Nepal.

En aras de aclarar este asunto, los nepalíes medirán este año la altura del monte. Supongo que luego los chinos harán lo mismo y la polémica continuará —y será de no acabar— si las mediciones divergen aunque sea por un centímetro.

¿Será que en este mundo no hay problemas verdaderamente serios como para que dos países se enfrasquen en el absurdo arte de las disputas estériles?

Costa Rica...

Replanteo y acerco la pregunta a nuestra realidad: ¿Será que en Costa Rica no hay desafíos, rezagos y deudas económicas, políticas y sociales pendientes como para que nos empecinemos en derrochar el tiempo actual en una serie de discusiones y dimes y diretes que no contribuyen a solucionar nuestros problemas verdaderos?

Por ejemplo y para plantearlo con preguntas vinculadas al tema de las alturas: ¿Cuánto mide la ignorancia de unos y cuánto la cultura de otros? ¿Quién tiene más estatura: el fanatismo religioso o el fanatismo intelectual? ¿Cuáles ciudadanos están más cerca del cielo y cuáles más lejos? ¿Quiénes se encaminan hacia la cúspide de la corrupción y quiénes se alejan de ella?

Aún hay más: ¿Cuál de los dos Alvarado es más escalador, oportunista? ¿Cuál de ellos oculta más cosas bajo la gruesa capa de nieve del cinismo o el histrionismo? ¿Los seguidores de cuál partido —Acción Ciudadana y Restauración Nacional— se encuentran en la cima del insulto o en la sima de la mezquindad? ¿Cuáles ciudadanos alcanzaron primero la cumbre de la arrogancia? ¿Cuáles están a la altura del ridículo?

Lo triste de esta situación es que mientras los egos de uno y otro bando se elevan por encima de los 8.844,43 o los 8.848 metros, en medio de discusiones estériles y de lamentable bajeza, Costa Rica pierde altura, estatura y nivel en materia de progreso y desarrollo. Pasamos de monte a loma...