Había una vez un rebaño...

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Sí, un rebaño.

Era grande, dócil, temeroso, acostumbrado a caminar en la dirección que se le marcaba, obediente a las varas de los pastores y se conformaba con la diaria ración de hierba y agua que recibía. De vez en cuando, un poco de heno y algunas vitaminas.

Además, con una visión de mundo que no iba más allá del redil. Los límites estaban marcados por las barandas del corral y las cercas de la finca. Los perros ovejeros vigilaban esas fronteras.

En cuanto a los pastores, los había de dos tipos: unos honestos, serios, responsables, visionarios, comprometidos, consecuentes, solidarios, conscientes de las necesidades de sus dirigidos; pero también había otros que eran todo lo contrario. Estos últimos se interesaban única y exclusivamente por obtener la mayor cantidad de leche, carne y lana.

Algunos de estos pastores se jactaban de ser amos y señores del rebaño; de hecho, se paraban frente a las ovejas, se frotaban las manos y decían: "¡Todo esto es mío! Ellas hacen lo que yo quiero, lo que se me antoja porque no piensan".

Sin embargo, poco a poco, año con año, las ovejas empezaron a despertar y a rebelarse contra los malos pastores, aquellos cínicos, abusivos y que no respondían a sus anhelos. De repente abrieron los portones, se saltaron las barandas de los corrales, cortaron las cercas y buscaron nuevos rumbos...

Todavía no se sabe, a ciencia cierta, qué tan bien les irá en los nuevos destinos; eso está por verse, hay que darle tiempo al tiempo. Sin embargo, en lo que sí pareciera haber más claridad —más bien, indicios— es en el hecho de que muchas de las ovejas no están dispuestas a pertenecer incondicionalmente a ningún rebaño, sea viejo o nuevo.

Sí, había una vez un rebaño.