La fábula del aguacate

Para colmo de males, el ángel encargado de la Comunicación demostró tener más pericia para el guacamole populista que para decir "hágase la luz" e iluminar a una población más sedienta de explicaciones que de shows

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Ilusionados con la idea de que esta vez todo sería distinto, pues el relevo en la administración del paraíso auguraba vientos de cambio, Adán y Eva no lo pensaron dos veces para empacar sus pertenencias y retornar al Edén.

"Esta vez sí podremos saborear el fruto prohibido sin castigos ni condenas", se decían mientras pensaban en la manzana del deseo de la tradición popular o en el "árbol de la ciencia del bien y del mal" o "de la vida" de los capítulos 2 y 3 del libro de Génesis.

Los movía la esperanza de que ahora, miles de años después de haber sido expulsados sin el debido proceso de aquel huerto regado por los ríos Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates, no enfrentarían la ira y el juicio de un Dios implacable, la celosa vigilancia de los querubines ni "la llama de la vibrante espada".

Sin embargo, les fue peor pues en esta oportunidad ni tan siquiera tuvieron acceso a un "árbol de frutos sabrosos y que era seductor a la vista y codiciable", y todo porque a un funcionario público más intransigente y legalista que Dios se le ocurrió aplicar —sin evidencias científicas— una medida proteccionista que impidió el consumo del nuevo fruto prohibido: los aguacates mexicanos de la variedad Hass.

Para colmo de males, el ángel encargado de la Comunicación demostró tener más pericia para el guacamole populista que para decir "hágase la luz" e iluminar a una población más sedienta de explicaciones que de shows.

"Déficit fiscal, déficit de FIA, déficit de aguacates Hass, déficit de liderazgo, déficit de transparencia, déficit de posiciones consecuentes, déficit de seriedad, déficit de experiencia y pericia política, déficit de acuerdos, déficit de un norte claro... ¡Este no puede ser el Edén!", manifestó Adán.

Ambos entendieron, con tristeza, que no había tal cambio, sino que poco a poco se regresaba al caos del versículo 2 del Génesis.