La fábula del vehículo que se parece a un país

O lo que es lo mismo: la historia de una nación que pasa varada cuando lo tiene todo para avanzar

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Al principio, como todo vehículo nuevo, daba gusto su funcionamiento: cada pieza en su lugar (ninguna faltaba, ninguna sobraba), motor en su punto (ronroneaba como un gato), carrocería en perfecto estado (casi como un espejo), rodaje estable (incluso en los caminos de lastre), parabrisas cristalino (tan inmaculado que costaba verlo), emisiones controladas (nada de toses sospechosas ni estornudos preocupantes), tapicería sin rasguños ni resortes fuera de lugar (provocaba envidia).

En efecto, preciso, estable, afinado, eficiente, sincronizado, potente, confortable, elegante, noble. Una maravilla.

Verlo funcionar causaba alegría, admiración, asombro, fascinación, entusiasmo, orgullo, esperanza. Algunos querían manejarlo; otros, viajar en él, y había quienes se daban por satisfechos solo con verlo funcionar bien y que no estorbara, atropellara, contaminara ni se convirtiera en una carga pesada para todos.

Lamentablemente, muchos creyeron que aquella camioneta no necesitaba mantenimiento, que se mantendría en perfecto estado eternamente tan solo con suministrarle combustible, pasarle un trapo húmedo una vez por semana y colgar un perfume ambiental en su retrovisor, pero todo ello sin necesidad de repuestos, cambios de aceite ni reparaciones.

Como sucede en estos casos, el deterioro no se hizo esperar.

Esa situación generó algunas reacciones aisladas e insuficientes, como un retoque de pintura por aquí y una encerada por allá, una pulida por este lado y una socada de tuercas por el otro, un parche en una llanta y un cambio de bujías. Sin embargo, ningún tratamiento de fondo, sustancial.

Por el contrario, poco a poco se ejecutaron acciones que contribuyeron a acrecentar los daños; entre ellas, sobrecargar la camioneta (todo el mundo quiere montarse en ella), someterla a trabajos ajenos a su naturaleza (ocurrencias y disparates), saturarla con extras innecesarios (por ejemplo, canastas, carretas, remolques, lanchas...), robarle repuestos (bajo la apariencia de acciones legales), sustraerle aceite y combustible (obtener beneficios a toda costa), ponerla en manos de conductores inexpertos (que pierden el rumbo fácilmente), mantenerla encendida todo el tiempo (desperdicio de recursos)...

Hoy día el parabrisas está manchado (pérdida de visión), la caja de cambios descompuesta (la marcha que mejor funciona es el retroceso), el sistema de frenos atorado (casi imposible avanzar así), la mufla perforada (se va en humo).

Al principio, como todo vehículo nuevo, daba gusto su funcionamiento. Ahora preocupa y da lástima.