Le tiene miedo a febrero

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Es un experto en infraestructura. Sabe, como nadie en este país, cuáles son las únicas soluciones a los problemas y rezagos en este campo. La otra noche dio cátedra en la barra de un viejo bar capitalino; entre whisky y whisky (en las rocas y con soda) explicó con meridiana claridad qué hacer con los puentes, las platinas, las trochas, los derrumbes, los muelles, los aeropuertos.

Sin embargo, le tiene miedo a febrero.

Nadie iguala su nivel de conocimiento y dominio en temas fiscales. El sábado pasado ilustró a su grupo de amigos sobre esta materia mientras disfrutaban de una parrillada al aire libre. Fue así como, entre gallos de lomito y chimichurri, detalló de manera pormenorizada cuáles acciones concretas deben formar parte de una reforma fiscal integral. Impresionó a todos con su brillante disertación sobre fuentes frescas de ingresos, administración de exoneraciones y recortes y reacomodos de partidas.

Pero el segundo mes del año simpre lo asusta.

Es todo un genio en reforma del Estado. Sus comentarios, siempre atinados, deslumbran a su audiencia en las redes sociales. Le bastan pocas líneas para contonear su inteligencia y exhibir su sapiencia sobre la pasarela del Facebook o el Twitter en relación sobre qué hacer con las instituciones estatales en aras de cambiar grasa por músculo, burocracia por eficiencia, tramitomanía por agilidad.

No obstante, le sudan las manos cada vez que le mencionan ese mes de siete letras.

Posee, no se puede negar, una mente hábil para diagnosticar los principales desafíos y transformaciones en el campo de la educación. Aprovecha las celebraciones familiares para acaparar la "tertulia" puntualizando en cuáles tejidos de la primaria, la secundaria y la formación técnica y universitaria hay que hundir el bisturí de los cambios.

A pesar de ello, tiembla de pies a cabeza cuando enero expira.

Son sobresalientes sus posiciones en relación con la seguridad ciudadana. Las expone en cuanto programa de radio invitan a los ciudadanos a participar vía telefónica. Con esa voz de orador griego y ese tono de sabelotodo que lo caracterizan educa a los radioescuchas sobre las principales mundiales en tan sensible materia. Nunca deja un cabo suelto al abordar este tópico.

Respira aliviado cuando el calendario marca el 1 de marzo.

Aprovecha al máximo las invitaciones para asistir, en calidad de público, a seminarios, debates, conferencias, mesas redondas, talleres, foros y conversatorios enfocados en el tema de la gobernabilidad. En cada uno de estos encuentros pide la palabra y se da cuatro gustos mostrando lo brillante, talentoso, imaginativo, creativo, agudo, perspicaz y chispa que es.

Sueña con que el año tenga solo once meses. Ya sabemos cuál eliminaría.

Diagnósticos para todo. Soluciones para todo. Proyectos para todo. Ideas para todo. Propuestas para todo. Argumentos para todo. Soluciones para todo. Claridad en todo. La primera y útlima palabra en todo.

Mas le teme a febrero. Eso sí, no a todos los meses de febrero, sino al de cada cuatro años pues sospecha que en una que va y otra que viene podría resultar electo como presidente de la República y afrontar el riesgo de quedar en evidencia...