Me lo dijo mi abuelo, el camarada

Cuánto me gustaría conversar con aquel anciano sobre los beneficios y privilegios que disfrutan algunos pero pagamos todos

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Mi abuelo Román Guevara López nunca tuvo inconveniente en admitir que era un hombre de izquierda, uno de los primeros integrantes del Partido Comunista de Costa Rica y militante de Vanguardia Popular.

Este hombre, oriundo de San Jorge de Rivas, Nicaragua, reconocía sin andarse por las ramas su admiración por las vidas, luchas e ideas de Carlos Marx, Vladimir Lenin y Federico Engels.

Con gran orgullo, quien emigró a Costa Rica durante su juventud contaba experiencias de sus viajes a Rumania, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Cuba, durante los años de la Guerra Fría.

Sí, a lo largo de sus 95 años de vida (1905-2000), invirtió una importante cantidad de horas en la lectura de los periódicos Pueblo, Libertad y Trabajo. También leía La Nación; claro, cada vez que yo lo visitaba en su casa en El Carmen de Paso Ancho preguntaba en voz alta "¿Qué estaré pagando para tener un nieto trabajando en La Nación? De inmediato sonreía con picardía.

Más de una vez, este devorador de libros que también practicó el boxeo, me habló —entre café y café— de su amistad con don Manuel Mora, don Humberto Vargas Carbonell y Carlos Luis Falllas (Calufa). Al primero de ellos, lo escuché; al segundo, lo entrevisté y conversé con él durante el funeral de mi abuelo, y al tercero lo leí.

Hablar de estos personajes de la historia costarricense y de las luchas de palabra y acción que juntos emprendieron era uno de los temas de conversación preferidos de aquel anciano enamorado de los sombreros y de quien heredé su bastón de madera, un anillo de oro y muchos recuerdos.

Ya en la recta final de su vida el abuelo Román me sorprendió una tarde con un lamento. Sentado en su mecedora de cuero se quejó de que muchos de los nuevos dirigentes de la izquierda costarricense no honraban la historia de sus predecesores. Así recuerdo sus palabras: "A esos no los mueven los ideales de justicia social por los que peleamos antaño, sino la defensa de beneficios y privilegios particulares. No son líderes sociales, sino arribistas, oportunistas. ¡Eso no es izquierda, es sinvergüenzada porque el queque que se reparte no es para todos, sino para unos pocos! No son todos, aún hay gente honrada, pero sí muchos, lamentablemente".

Cuánto me gustaría que el padre de mi tata estuviera vivo para visitarlo, saborear las tortillas con queso que hacía su segunda esposa, doña Hortensia, y conversar largo y tendido sobre este asunto de los beneficios y privilegios que disfrutan algunos pero pagamos todos.

Concluiríamos lo que todos sabemos: primero, que no es solo un sector sino varios los que usufructúan de esta piñata de prerrogativas, prebendas, favores, ventajas y favoritismos; segundo, que esta es una de las razones que están empujando al país hacia el despeñadero fiscal y, tercero, que si bien de palabra muchos dicen estar de acuerdo con la necesidad de asumir sacrificios y socarse la faja por el bien de Costa Rica, en realidad muy pocos están dispuestos a renunciar a sus beneficios.

En efecto, nada nuevo bajo el Sol pero al menos me quedaría la satisfacción de conversar con un hombre que tampoco tendría inconveniente en admitir y reconocer la cuota de culpa y responsabilidad de los suyos, un discurso que brilla por su ausencia en todos los sectores.