Señores candidatos, sería bueno saber antes de febrero quiénes integrarían sus gabinetes

Los ciudadanos contaríamos con más elementos de juicio para detectar quién está preparado para gobernar y quién está improvisando

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Votar en Costa Rica es un verdadero acto de fe.

Si se trata de elegir al presidente de la República, así como podríamos escoger a un estadista —muy escasos en estos tiempos— puede que más bien favorezcamos a alguien que se conforme con administrar lo que esté a su alcance (sin reformas importantes, más ruido que nueces); esto en el mejor de los casos, pues lo peor sería llevar a Zapote a un payaso como Nicolás Maduro (que mucho daño le haría al país) o a un arrogante tipo Donald Trump (capaz de acrecentar la incertidumbre y la ingobernabilidad).

El riesgo es mayor a la hora de enfrentarnos con las papeletas para diputados, ya que nuestra flamante clase política representada en la Asamblea Legislativa nos ha negado, durante muchos años, la posibilidad de votar por los aspirantes que nos parezcan más idóneos. Es así como no nos ha quedado más camino que apoyar listas de pretendientes a curules integradas por algunos políticos capaces y muchos incapaces. ¿Hace falta mencionar casos específicos?

Siendo este el panorama, ¿será mucho pedirle a los candidatos a la Presidencia que nos presenten, antes de los comicios de febrero próximo, a los equipos de gobierno que los acompañarían en caso de ganar las elecciones?

Ya sé que sobran razones para no hacer eso ("en tiempos de campaña electoral no hay tiempo para pensar en el gabinete", "nadie va a querer 'quemarse' de antemano", "no hay razón para someter a posibles presiones a personas honorables", "cada vez es más difícil conseguir buenos ministros", "no hay que poner la carreta delante de la yunta", "primero hay que cruzar el río y luego hacer lo que corresponda"...), pero a pesar de lo aventurado o temerario que esto pueda resultar lo cierto es que tiene varias ventajas que al menos vale la pena valorar.

Primera: los ciudadanos podríamos votar teniendo en mente no solo al posible Mandatario y sus vicepresidentes, sino a un equipo de trabajo que puede que tenga o que carezca de una visión de desarrollo compartida. Saber de antemano quiénes podrían ser los próximos ministros y someterlos al escrutinio público en la prensa, foros, debates, seminarios, etcétera nos daría un panorama más amplio, un enfoque de campo más profundo, mayor criterio para acudir a la cita con las urnas.

Segunda: se desprende de la anterior, se disminuiría considerablemente el factor sorpresa e incertidumbre que tiene lugar entre la declaratoria de Gobernante —por parte del Tribunal Supremo de Elecciones— y el siguiente 1° de mayo; sí, esa ceremonia en la cual el político ungido por el pueblo anuncia con bombos y platillos a su equipo de trabajo más cercano, que en ocasiones desiluciona, preocupa o decepciona, pero ¿qué se puede hacer a esas alturas? Esto obligaría a los aspirantes presidenciales a ser más rigurosos en la selección de sus colaboradores, pues ¿quién va a arriesgarse a poner sobre la mesa electoral una mano de naipes poco atractiva?

Tercera: contaríamos con más elementos de juicio para detectar quién está preparado para gobernar y quién está improvisando y, por ende, pretendiendo hacernos partícipes de una apuesta altamente arriesgada.

Cuarta: puede que el candidato a la Presidencia no nos guste o no termine de convencernos, pero que su eventual gabinete sí porque hay figuras que transmiten confianza, experiencia, dominio de los temas, seriedad, responsabilidad. En política, los alfiles y las torres pueden atraer más que el rey o la reina.

Quinta: de antemano podríamos saber quién está pagando favores políticos, honrando cuotas y nombrando amigotes o personajes cuestionados, y quién está haciendo la tarea en serio.

¿Será mucho pedirle a estos señores que en tiempos de campaña electoral se solazan hablando de transparencia, claridad y diafanidad?

Digo, ya que suelen esconder algunos "ases" bajo la manga —que tarde o temprano son de conocimiento público— y nos "obligan" a votar por listas inflexibles de aspirantes a diputados, ¿por qué no brindarnos un poco de luz a quienes nos prometen el oro y el moro cada cuatro años?

¿O les da miedo que dejemos de votar por fe?