Un ciudadano en su laberinto

¿Cómo no sentirse confundido con un proceso electoral que arroja más dudas que respuestas y más sombras que luces?

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¿Qué hago con mi voto en un proceso electoral en el que no me siento razonablemente representado por alguno de los candidatos que aspiran a la presidencia de la República?

¿Cómo procedo, como ciudadano que siempre ha acudido a la cita con las urnas, el próximo 1° de abril cuando estoy lejos de sentirme identificado con algunas de las posiciones y visiones de ambos políticos?

¿Podría sentirme responsable y satisfecho de darle mi apoyo a alguien que habla con aires de vocero autorizado de Dios pero que en vez de proclamar amor, compasión, aceptación y respeto atiza temerariamente la división y el odio entre "santos" y "pecadores", "buenos" y "malos", "cristianos" y "ateos", "puros" e "impuros", "normales" y "anormales", "ángeles" y "demonios"?

¿O bien, existe alguna manera de que pueda sentirme orgulloso y esperanzado de respaldar a una persona que a la hora de la retórica ante las cámaras apoya la lucha contra el déficit fiscal e incluso critica —¡y con justa razón!— la lentitud y pobre proactividad política del mandatario Luis Guillermo Solís para enfrentar ese grave problema, pero que a la hora de la verdad echa a perder de manera irresponsable una intensa y necesaria negociación política tendiente a comenzar a atacar la crítica situación de las finanzas públicas?

¿Dónde encontrar una razón de peso para tener la conciencia tranquila en la remota —por no decir imposible— posibilidad de contribuir con la causa de un pretendiente al sillón presidencial que está rodeado de algunos personajes que predican la llamada "teología de la prosperidad", gustan de títulos rimbombantes como "apóstol" y "profeta", y ofrecen milagros, oraciones y bendiciones a cambio de ofrendas y donaciones de propiedades?

Sexo y electricidad

¿Cómo sentirme consecuente en el hipotético escenario —de ahí no pasará— de escribir una equis en la casilla de un candidato que continuaría con la majadería estatista de mantener cerrado el mercado eléctrico y de mantener a Costa Rica alejada del bloque comercial Alianza del Pacífico?

​¿Tan siquiera puedo imaginarme votando por alguien que está tan obsesionado con el tema sexual que osa decirnos a los demás, cual ungido o iluminado, cómo debemos vivir la sexualidad correctamente? ¿Cuántos problemas serios del país se podrían resolver actuando como se debe en la alcoba (recomiendo consultar al rey David, el salmista amoroso)?

¿Podría realizar el mismo ejercicio de imaginación pero con un político que incluyó a un sindicalista en su fórmula presidencial? ¿Habrá necesidad de explicar la señal que envía con eso en materia de recortes de gastos y reforma de empleo público?

En fin, dos candidatos a los que respeto como personas, pero a quienes no admiro como políticos y menos como candidatos a la Presidencia. No me inspiran. No me desafían. No me estimulan a soñar con una mejor Costa Rica. Más ego, retórica y poses que acciones, posiciones y decisiones que arrojen luz.

¿Cómo no ser un ciudadano en su laberinto?