Mafalda es crítica. Lo pregunta todo. Lo razona todo. Lo cuestiona todo; venga de quien venga. No cree en "verdades absolutas" ni "oficiales". Tampoco es partidaria de voces "infalibles". Todo lo pasa por el filtro del pensamiento. Por eso pone el dedo en la llaga, levanta roncha, produce comezón, incomoda. Un buen ejemplo de irreverencia ingeniosa e inteligente.
La imagino, en caso de que fuera tica, como una ciudadana preguntona, llena de dudas y preguntas, más racional que emotiva y confrontativa durante las campañas electorales. La veo interrogando a Luis Guillermo Solís sobre cómo piensa hacer el milagro de revertir el serio déficit fidscal sin una reforma tributaria en los dos primeros años de su eventual gobierno, o bien, persiguiendo a Johnny Araya para preguntarle cómo es eso de que el déficit le preocupa tanto si fue generado por gobernantes de su propio partido.
Manolito, por su parte, es un enamorado y defensor a ultranza del libre mercado, la iniciativa privada, el capitalismo. Se vuelve loco con los negocios, los dólares, las expansiones, las grandes cadenas, los magnates, la caja registradora.
Sin duda, un partidiario de los tratados de libre comercio, la inversión extranjera directa, los regímenes de zonas francas. En el referendo de octubre del 2007 habría votado por el Sí al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (TLC).
Felipe vive en otro mundo. Es habitante de los sueños, la fantasía, la imaginación, la inventiva, las alucinaciones, lo fabuloso, las divagaciones, los falsos héroes. Es el tipo que todo lo pospone y que vive atormentado por las responsabilidades.
En un día como hoy, de segunda ronda electoral, se la pasaría postergando el acto de votación a la espera de que aparezca el Llanero Solitario y solucione los grandes problemas del país (inequidad, déficit fiscal, ajuste de las operaciones de Intel, infraestructura, desempleo, sistemas de pensiones) sin necesidad de que él tenga que decidirse por alguno de los dos aspirantes a la Presidencia de la República.
Susanita, contrario a Felipe, ni siquiera se desvela por la realidad. Los problemas no la inquietan. Las crisis no son con ella. La pobreza, el hambre, la falta de vivienda y la ausencia de oportunidades no pasan de ser un cuadro pintoresco. Su prioridad es ser una excelente ama de casa, con un marido tipo príncipe azul y unos hijos bien educados.
No la vislumbro votando en pro del aborto, la fertilización in vitro, las uniones homsexuales, el desarrollo de la investigación con las celulas madres, la eutanasia. Se negaría de manera rotunda a tan siquiera discutir sobre estos y otros temas polémicos.
Miguelito representa la inocencia, la candidez, la pureza, la simpleza. Pero no hay que engañarse, no es tonto, pues es quien plantea inquietudes filosóficas y existenciales en las que nadie más piensa. Es profundo, aunque de entrada no lo parezca.
Es el típico personaje que más de un político vería como fácil de engatusar, embaucar, atraer a su rebaño, cuentearlo. Sin embargo, como decimos los costarricenses "el tiro puede salirle por la culata". No lo veo apoyando con su voto a cínicos o vivillos.
Libertad es rebelde, enérgica, beligerante, combativa, frontal. Pequeña gran voz en contra de la injusticia, la pobreza, los atropellos. No se guarda nada; no es hipócrita. Es auténtica, espontánea, transparente.
En mi modesta opinión, habría votado por el No al TLC, estaría en contra de nuevos impuestos, sería defensora a ultranza de la Caja Costarricense de Seguro Social y participaría en huelgas y marchas, aunque no estoy seguro de si se sumaría a bloqueos de calles y autopistas.
Guille, ya para concluir, es observador y tiene criterio propio pero eso no le impide seguir el liderazgo de Mafalda. Admira a su hermana y sigue sus pasos pues le parece ejemplar, consecuente y consistente. Pero esta lealtad no es un cheque en blanco; no, al mismo tiempo pide cuentas y se desmarca de su modelo cuando lo considera oportuno o necesario.
Sería un ciudadano costarricense en busca de liderazgos sanos, pero dispuesto a hacer berrinches o pegar el grito al cielo cuando sienta que están atentando contra sus intereses.
Y a pesar de ser tan distintos, ver el mundo con ojos diferentes, percibir la realidad con matices tan variados, poseer visiones de vida tan disímiles, estos siete personajes se han mantenido unidos a lo largo de 50 años. Tolerancia, respeto, flexibilidad, cariño, bien común...
Por eso me pregunto: ¿podremos los costarricenses, una vez superada la segunda ronda electoral, imitar el modelo de convivencia de Mafalda y su grupo de amigos? ¿Será posible o aQUÍ-NO?