¿Y las ideas?

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Claro, se entiende que los fuegos electorales apenas están alzando llama en nuestro país y que, por lo tanto, quizá aún no es el momento de conocer a profundidad las grandes ideas de quienes ya tienen a Zapote en la mira. (No seamos impacientes, hay que concederle el beneficio de la duda a los políticos con apetito de Presidencia).

Además, ya sabemos que no solo de planteamientos serios viven los políticos, por lo que una vez más tendremos que armarnos de paciencia franciscana para escuchar opiniones populistas. (No pequemos de gusto exquisito, en la variedad está el gusto).

No solo eso. También habrá que soportar las consabidas dosis de demagogia, ingrediente infaltable en la ruta hacia las urnas del primer domingo de febrero de cada cuatro años. (No nos pongamos tan serios, después de todo la vida es un gran teatro y todos ejecutamos algún papel).

Por supuesto, lloverá lodo. Nunca faltan quienes se esmeran por llevar agua a sus molinos a costa de ensuciar o manchar a sus adversarios (aún sin contar con pruebas de peso). Al final, todo el mundo termina salpicado, unos más que otros. (No nos engañemos, ¿a quién no le gustan los chismes políticos? ¡Son tan sabrosos y sazonan la a veces rutinaria cotidianidad!).

¿Y los dimes y diretes? Desde ya pronostico una gran precipitación de ataques y contraataques. No es que yo sea adivino, es que es parte de la naturaleza humana y, además, nuestros políticos son altamente predecibles. (No seamos tan duros, por favor, tengamos compasión con los adictos al bla, bla, bla).

Lo mismo ocurrirá con las frases y oraciones prefabricadas, esas que suenan muy bien pero no pasan de ser retórica histriónica y hueca. Este tipo de palabrería nunca supera la prueba ácida de la realidad. (No, no, no. ¿Pero qué es esta actitud? Para palabras serias están las universidades, los congresos, los seminarios, las revistas especializadas y los libros).

El show, el espectáculo, el legendario "pan y circo" también se hará presente. ¿Se imagina usted una contienda electoral sin luces de neón, música estridente, espíritu de carnaval, mascaradas, cimarronas y juegos pirotécnicos? (No olvidemos que somos el país más feliz del mundo; de por sí se trata de una fiesta electoral, no de un velorio).

Asimismo, abundarán los mesías, esos que gustan de autoproclamarse como los únicos seres humanos capaces de salvar al país entero de la debacle. (¡No seamos fariseos! Prohibidas las crucifixiones).

No podemos dejar por fuera las famosas pomadas canario, esos remedios fáciles y simples (ocurrencias, disparates) para los grandes problemas. (No seamos tan exigentes. ¿Quién quiere soluciones que impliquen sacrificios y renunciar a beneficios?).

Seamos flexibles y realistas, y aceptemos que todo eso y más formará parte de la contienda preelectoral y electoral que apnas alza llama. Es más, digamos que está bien, que es parte del juego político al que nos tienen habituados todos los partidos y que es uno de los precios de la democracia y la libertad.

No obstante, lo que sí resultaría inaceptable es que este proceso no pase de ahí o que todo este suculento menú de politiquería pese mucho más que las propuestas, planes e iniciativas serias, concretas, realistas, realizables, debidamente fundamentadas, y que, por lo tanto, en febrero del 2014 acudamos a las urnas electorales preguntándonos: ¿Y las ideas?