Libertad de prensa, sin peros

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El trompo en la bolsa que se maneja el presidente Solís y sus seguidores con los medios de comunicación ya está dejando de ser una retahíla cansina y se está convirtiendo en algo más preocupante. No me refiero al artículo de opinión del mandatario el domingo y su posterior cadena nacional, sino a las declaraciones de don Luis Guillermo el miércoles sobre la necesidad de un debate nacional sobre la "ética de la prensa", y las posteriores insinuaciones en redes sociales de muchos de sus defensores diciendo que "hay que hacer algo" con los medios.

Empecemos por lo básico: si hubo un candidato presidencial que recibió una cobertura mediática de guantes de seda durante la campaña política se llama Luis Guillermo Solís. Mientras los medios destapaban pifias, declaraciones contradictorias, o promesas incumplibles de los planes de gobierno de Johnny Araya, José María Villalta y Otto Guevara, el candidato Solís escapó incólume de la lupa inquisidora de la prensa. Esto lo ha admitido hasta el mismo Ottón Solís. Puede haberse debido a que Luis Guillermo Solís no parecía tener chances de ganar hasta el puro final y por lo tanto no recibió mayor atención mediática. O también se puede deber, y no es ningún secreto, a que muchos periodistas simpatizaban abiertamente con Solís. Lo cierto es que, cualquiera que haya sido la razón, en ese entonces, ni Solís ni sus seguidores reclamaron sesgos en la cobertura periodística ni cuestionaron la ética de los medios que lo trataban bien.

Ni tampoco lo hicieron cuando las baterías mediáticas iban dirigidas a otros mandatarios. Como bien lo señala Cristian Cambronero esta semana, Laura Chinchilla, Óscar Arias y Abel Pacheco en tiempos recientes enfrentaron también una actitud hostil de la prensa. Los allegados de Chinchilla hablaban de un "bullying mediático" que, según ellos, se debía principalmente a su condición de mujer ("chuchinguismo político"). Abel incluso llegó a sugerir que había un intento por derrocarlo.

Es bueno y deseable que exista una relación tensa entre poder político y medios de comunicación, la cual indica que el llamado cuarto poder está cumpliendo su labor fiscalizadora. Además, Cambronero nos recuerda que la prensa ha repartido parejo en la última década. Si fue así con Pacheco, Arias y Chinchilla, ¿por qué Solís esperaría un trato diferente? Curiosamente, las acusaciones de sesgo mediático o poco rigor profesional que hoy lanzan los simpatizantes del presidente nunca han ido dirigidas a medios de izquierda o progresistas como ElPaís.cr (fundado por allegados de Mariano Figueres) o el Semanario Universidad.

La mejor respuesta a estos berrinches oficialistas se la he leído al blog La Suiza Centroamericana, que señala lo obvio: "Toda persona que tenga dos dedos de frente sabe que no existe la prensa imparcial. Que cada medio tiene su agenda, como también la tienen el Gobierno, las asociaciones gremiales y sindicales, la Liga Deportiva Alajuelense y quien esto escribe. Que no es posible, ni mucho menos deseable, lograr una supuesta neutralidad informativa. ¿Quién va a decidir lo que es neutral? ¿Un funcionario público desde la oficina de censura?"

Además, no tiene autoridad moral el presidente para hablar de manipulación de la información cuando tan solo hace una semana, Casa Presidencial publicó un comunicado (y luego el ICE un campo pagado de una página) con el titular "Costa Rica con las tarifas eléctricas más bajas de Centroamérica". En realidad, la afirmación de Presidencia no era cierta y se trataba de un intento bastante claro de manipular a la opinión pública. Hablemos de ética en la comunicación, señor presidente…

Pero lo que diferencia esta vez a la relación tirante entre mandatario y medios son las amenazas ni tan veladas procedentes de Zapote y sectores afines sobre la necesidad de "hacer algo" para resolver la confrontación. En su conferencia de prensa el miércoles, el presidente Solís incluso se dejó decir lo siguiente: "Así como ustedes se enteran de cosas que pasan en el Gobierno, en el Gobierno también nos enteramos de cosas que pasan en los medios". ¿Qué quiso decir exactamente con eso don Luis Guillermo? ¿Será que Presidencia tiene fichas en los medios de comunicación que le pasan información? No olvidemos que una de las figuras más poderosas dentro del gobierno es Mariano Figueres, director de la DIS. Cuando el presidente habla de que él se entera de lo que ocurre en los medios, ante estas circunstancias, uno no deja de pensar en las posibles implicaciones de sus palabras —implicaciones que en el pasado habrían despertado la furia de los sectores progresistas, pero que hoy convenientemente más bien callan.

De igual manera, vemos en redes sociales cómo militantes del partido de gobierno empiezan a hablar sobre el problema de "la concentración de medios" o la necesidad de "democratizar la información". Estos han sido precisamente los argumentos que, en otros países latinoamericanos, han empleado los gobiernos de turno para aprobar leyes de medios que terminan cercenando la libertad de prensa. Un artículo reciente en la Revista Paquidermo de la politóloga Rosemary Castro explica muy bien lo que algunos sectores progresistas consideran necesario en materia de medios de comunicación (el énfasis es mío):

"...el debate que ahora se plantea como urgente ha sido necesario desde hace décadas pues significa debatir una nueva ley que cimiente el pluralismo como principio básico – y esto implica obligatoriamente discutir la propiedad de los medios – y que establezca también un andamio ético para las producciones mediáticas impresas y audiovisuales que hoy circulan por la libre. Lo anterior no significa bajo ningún supuesto establecer un mecanismo de censura previa, sino cimentar el consenso social en torno a cómo queremos que se presenten las realidades y se cuenten las historias en los espacios de convivencia pública que representan los medios de comunicación".

Ahí lo tenemos: se necesita una ley que introduzca "pluralismo" en la propiedad de los medios (lo cual implica cambiar — ¿mediante expropiación?— la actual estructura de propiedad), que establezca un "andamio ético" (vía legal, no olvidemos) a medios que ahora están "por la libre" y que "cimente el consenso social" sobre cómo queremos que nos presenten las noticias. ¡Mucho cuidado! Si hay un área en donde no queremos ningún tipo de consenso es en la manera en que accedemos a la información.

En ningún momento esto implica que no puede debatirse la calidad de los medios de comunicación en Costa Rica, donde efectivamente tenemos de todo, ni tampoco si en casos concretos la cobertura ha sido correcta. Esa es una discusión válida y sana, especialmente si se centra en hechos y no en descalificaciones generales. Lo que es inaceptable es que desde el Poder Ejecutivo se pontifique sobre ética en la comunicación y que se empiece a sugerir "hacer algo" para corregir los sesgos percibidos en la cobertura periodística, especialmente cuando ese "algo" es la búsqueda de "consensos sociales" que más bien suenan a líneas de pensamiento único. En buena hora que tengamos medios que operen por la libre. Así es como debe ser.