Algunos elementos para la construcción de una política de fomento empresarial

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Ya designado el responsable de la cartera de Economía no hay mas que desarle todo el éxito del mundo. Pero además, es necesario iniciar esta nota con una frase que ha sido la regla en muchos países: “las empresas nacen y crecen a pesar del Estado”. Sería ideal poder cambiar el “a pesar” por el “con el apoyo”, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Algo que he señalado en mi anterior nota es la importancia central de las políticas integradas. Eso significa no dividir acciones sino fortalecer y unir, es decir, hacer que los ministerios se hablen y coordinen acciones desde diferentes perspectivas pero con la mirada en su grupo meta, en este caso, los emprendedores, las micro y pequeñas empresas (muchas de ellas en la informalidad). Esto supone reconocer que la mayoría de las empresas nacen en la informalidad, por lo que es necesario generar acciones orientadas también hacia este importante segmento, minimizando (o eliminando) la connotación negativa que siempre ha tenido en tanto evade la legislación y/o “compite deslealmente” con las empresas formales, ya que la informalidad es parte del proceso de desarrollo de las empresas y por tanto, una situación de “tránsito” hacia la formalidad. Es decir, las empresas nacen en esa condición porque primero buscan ver si su propuesta de negocios es viable, y si lo es, el negocio empezará a crecer y los clientes aumentarán hasta hacer visible el negocio. En ese momento, la formalización será indispensable. De ahí que la simplificación ayuda, pero no es la clave. Las empresas no se formalizan por decreto, sino como resultado de su propio proceso de desarrollo.

Pero así como encontramos este grupo de unidades económicas que tienen viabilidad para crecer y desarrollarse, también hay otro numeroso grupo de trabajadores independientes y microempresas que simplemente no crecerá; las llamadas “de subsistencia” (investigaciones a nivel internacional señalan que del 100% de las microempresas, solo el 25% crecerá mientras que el otro 75% se mantendrá en una situación muy básica). ¿Qué políticas son pertinentes para este grupo? ¿Orientadas hacia la empleabilidad? ¿Herramientas para mejorar sus competencias y que se unan al grupo de las que van a crecer? Ser empresario no es para todos, así como tampoco lo es el ser trabajador asalariado. Vender la idea contraria es generar falsas expectativas y agrandar el ya considerable universo de microempresas de subsistencia. Ese es el primer gran reto de la nueva administración.

Además, la coordinación interministerial es clave ya que hay acciones de fomento pyme en todos lados; sin embargo si por algo debiera empezarse sería en la propia filosofía del gobierno: ¿será un impulsor del desarrollo empresarial? Si es así, la política tributaria hacia las empresas también tiene que considerar esta realidad. Para ello, presentamos algunas consideraciones básicas (hechas anteriormente) en las políticas de fomento empresarial:

  1. Una política de fomento emprendedor selectiva: no es cierto que todos podemos ser empresarios. Todas las personas tenemos cualidades emprendedoras pero de ahí que podamos desarrollar y hacer sostenible (es decir, con crecimiento constante) un negocio es otra cosa. Si podemos entrenar a las personas para que puedan conocer de mercadeo, y finanzas como para instalar un pequeño negocio, pero el hacerlo crecer y aprovechar las oportunidades del mercado solo será posible para algunos. El resto será lo que se denomina, un microempresario de subsistencia. En esa línea se debe tener en cuenta que el Estado cuenta con recursos escasos, por lo que si va a apoyar a potenciales empresarios deben ser personas convencidas de sus habilidades y no quienes solo esperan que mejore la situación del empleo para dejar su emprendimiento.
  2. Exoneración tributaria pyme al inicio: Aunque es cierto que la presión tributaria es baja, es necesario contar con más información sobre quién y cómo se genera. Sabemos que del 100% de las microempresas, solo el 25% tiene oportunidad de crecer, es decir, por lo que el 75% se mantendrá en una situación de subsistencia. Dado que las empresas nacen muy pequeñas, el cobrarles impuestos desde el inicio difícilmente equilibrará las finanzas públicas pero si tendrá un impacto (quizás) fatal en la viabilidad del negocio en sus inicios. En cambio, exonerándola (por ejemplo), en su primer año de impuestos (pero presentando declaraciones como parte de una cultura de fiscalización), aumenta la probabilidad de supervivencia y por tanto, su viabilidad como empresa pagadora de impuestos.
  3. Herramientas selectivas de fomento: no es posible ofrecer capacitación / asistencia a cualquiera que la demande. Los recursos son escasos y necesitamos aumentar las probabilidades de que el resultado de ese esfuerzo se convierta en empresas en crecimiento. Esto supone identificar empresas, sectores y regiones que interesen particularmente promover. En este punto los Consejos de Competitividad pueden ser una herramienta poderosa para trabajar en el fomento competitivo con actores sociales empoderados y conocedores de la realidad socioeconómica de los territorios. Ellos ya han trabajado en los temas claves de cada región y tienen una agenda de desarrollo competitivo que vale la pena analizar
  4. Nuevas formas de financiamiento e incentivos: Si bien es cierto que para las pequeñas empresas es más difícil obtener capital que para las grandes, esto debe generar en el sistema financiero otros mecanismos de análisis de viabilidad que los tradicionales de solicitar garantías. Ya hay un avance en cuanto considerar a los contratos firmados de las empresas como elementos válidos para hacer efectivo un crédito. Pero las instituciones financieras deben cambiar sus formas de llegar a los clientes. De otro lado, los incentivos deben estar basados en las políticas del Estado, ¿que actividades se quiere promover? Para así también dar señales a las empresas respecto del destino de la inversión.
  5. Simplificación: está más que demostrado que las empresas no se formalizan porque el trámite sea simple, sino porque es parte de su proceso de desarrollo. Simplificar trámites es una obligación del Estado para facilitarle la vida a los ciudadanos, pero no se debe creer que el trámite fácil aumente la formalización. Las empresas se formalizan cuando empiezan a crecer, tener clientela estable y creciente y finalmente, cuando sus clientes “empiezan a solicitarles factura” porque su monto de compra es considerable. Simplificar es una obligación del Estado para darle transparencia a las relaciones económicas. Pero parte de ese proceso es el cambiar la cultura del trámite por la de la confianza: es decir, permitir la libre entrada de empresas a la economía (por medio de un procedimiento simplificado y partiendo del principio del “silencio positivo”), y luego mejorar la fiscalización. En la actualidad es muy difícil crear una empresa, pero si lo logra, la probabilidad de fiscalizaciones casi nula. Las cosas deben ser al revés.

Finalmente, el generar mayor dinamismo económico, o en otras palabras, el crecimiento sostenido fortalece la economía en varios sentidos. La formalización es uno de ellos, otro es el paso de microempresa a pequeña empresa. El crecimiento económico implica incremento de la demanda, el consumo y por tanto, de las necesidades de bienes y servicios de la economía. Ello fortalece las posibilidades de expansión de las empresas. Y si además las condiciones del entorno no obstaculizan la creación de empresas, mejor.