¿Cómo anda la ética laboral? Pasar de la pasividad a la proactividad

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Hablar de la ética empresarial nos hace recordar casi inmediatamente los casos de grandes empresas que han defraudado a sus clientes o bien al Estado, quedándonos con la idea de que es un tema que solo compete a las (grandes) empresas, y donde el Estado debe poner reglas y penalidades claras para evitar estas acciones en el futuro.

Sn embargo, parece que el tema de la ética pasa por solo una parte de la sociedad, pero no por todo el conjunto. Muchas personas señalan que son “los de arriba” los que incurren en prácticas poco éticas, pero no “los de abajo”. O peor aún, se considera que porque los de arriba lo hacen, eso da libertades a los de abajo también para hacerlo. Esta percepción hace que, no consideramos muchas prácticas en el mercado laboral como poco éticas, o bien que las pasemos por alto porque “no son nada” en comparación de lo que “hacen otros”.

Por supuesto que toda conducta que se sale de los cánones de la ética debería ser sancionada, al menos socialmente, y para ello es necesario monitorear y establecer no solo reglas claras sino también contar con personal que haga cumplir las sanciones. Nada se gana con tener muchas leyes (o muy avanzadas), si no se hacen cumplir. Y con ello se hace referencia a acciones tan reprobables como no pagar una deuda pendiente, hasta faltar al trabajo / cancelar una clase (reunión o cita) para ir a ver un partido (y mentir diciendo que está enfermo, o que anda en una reunión). Esto que podría sonar anecdótico, para mucha gente no es algo reprochable. A lo sumo la persona es una “vivilla”. Lamentablemente en muchos casos se convierten en prácticas sistemáticas, y hasta socialmente no cuestionables.

En muchos entornos laborales, la observancia de estas simples consideraciones se hace muy difícil dada la cultura organizacional imperante o el propio contexto. Axelrod (Robert. La Evolución de la Cooperación), señalaba hace ya 30 años que la cooperación puede emerger en un mundo de personas egoístas sin presencia de una autoridad central que las controle. Si el mundo se dividiera en halcones y palomas; una sociedad de palomas se verá perjudicada por la presencia de un halcón y su actitud depredadora. Sin embargo, la presión social de las palomas (el trabajo conjunto) puede ahuyentar al halcón, o bien hacer que controle sus instintos. Lo mismo puede ocurrir en la sociedad. Si en vez de mantener silencio ante actitudes poco éticas, somos capaces de alzar la voz y señalarlo, y esto se hace de forma generalizada, será la sociedad en su conjunto quien esté combatiendo esas malas prácticas. Eso significa que la actitud poco ética se debe combatir en conjunto, y no que la lucha de pocos sea beneficiosa para quienes no participan de ella, pero si reciben sus beneficios (estos son los free riders). Este grupo es quizás tan nocivo para la sociedad como quienes tienen actitudes poco éticas, porque aprovechan del trabajo de otros para obtener beneficios personales, desincentivando a quienes si quieren cambiar las cosas. Ejemplos de estos existen por doquier, desde quienes ven desde la tribuna el reclamo por salarios justos de algunos, y luego si la protesta fructifica, se benefician de los mejores salarios sin haber hecho nada por lograrlos.

Así, la ética laboral supone acciones basadas en nuestros propios valores y cultura, impulsados por principios y no por cálculo; pero sobre todo, dependen de acciones de cooperación, de trabajo conjunto. No debemos dejarnos llevar por la apatía que no permite hacer los cambios, pero tampoco se debe esperar que sean otros quienes logren lo que nosotros necesitamos (o deseamos).