El valor de una educación de calidad

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Ahora aparece una noticia que tiende a echar por tierra la idea (acentuada aún en muchas personas) de que educación pública que el país ha venido ofreciendo por décadas es de alta calidad. Los resultados muestran cuestiones evidentes; los muchachos no aprueban los exámenes si no es por los puntos adicionales (curva) o las notas del colegio. En otras palabras, los ayudamos a pasar. El 80% saca menos de 60 en las pruebas de matemáticas. Comparando la información recogida con las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment), el 40% no puede identificar la idea principal de un texto; el 60% no puede usar fórmulas básicas, reglas o procedimientos para resolver problemas. Entonces se entiende porque la mayoría de los estudiantes de colegios públicos no aprueban los exámenes de las universidades públicas. A estos resultados les podemos asociar varios factores, desde cuestiones de índole económica de las familias, hasta debilidades de la infraestructura, la formación de los docentes, e incluso la superficialidad con lo que se tocan algunos temas de los programas, etc.

Si bien la educación pública se encuentra en crisis, ¿qué pasa con la educación privada? También se encuentra en una crisis; pero en este caso de valores, ya que la lógica del mercado ha desmantelado por completo los valores humanistas detrás de una educación para la vida. ¿Sabían ustedes que en el país hay colegios que cobran alrededor de 15,000 dólares al año por la educación de una persona? Eso significa más de 8 millones de colones. Esto supondría no solo una instrucción con altos estándares de calidad, uso de tecnología e instalaciones de primer nivel. Lamentablemente en algunos casos ni siquiera cuentan con una infraestructura educativa de la calidad acorde a los precios que cobran. Probablemente solo reconocidas universidades extranjeras cobran semejante cifra por programas de posgrado. Entonces, ¿Cuál es la distancia entre la instrucción actual y una de calidad? ¿Puede el lucro en la educación llegar a esos niveles? En Chile se desarrolló todo un movimiento estudiantil para abatir el lucro en la educación superior, que aquí parece debe aterrizar a la educación secundaria.

No tenemos una buena educación pública y la privada es inalcanzable. ¿Le apostamos entonces a la mediocridad y tenemos nichos de “alto rendimiento”? ¿Es que no es posible cambiar el modelo educativo hacia dos elementos clave?: de un lado, una mejora significativa de la educación en el sistema público, una reducción significativa del lucro en la educación privada. Esto supone empezar por tomar pruebas a los maestros de los colegios e indagar si están o no capacitados. Si no lo están, implementar una política de capacitación (voluntaria), pero atada a incentivos; es decir, si se capacita y al volver a hacer las pruebas (que deberían ser anuales), su puntaje sube en un 20%, recibe un bono de un 5% (o un 15%, depende del presupuesto) de su salario. Si sube más, su bono también. Si se mantienen o sube menos del 20%, un obsequio (muestra de interés por su formación). En la educación privada poner un límite al lucro. Un colegio es como un cine, se establecen los costos de operación y se calcula con cuantos alumnos (en el cine, con cuantas butacas llenas), equilibramos presupuesto, y sobre ello, un margen razonable que permita reinversión, o directamente que sea una junta de padres quienes asuman el control del colegio. De esa forma se generan incentivos a la mejora de calidad sin usura. Y finalmente, replantear desempeños. No todos aprendemos igual y por tanto no podemos estandarizar la forma de testear el aprendizaje.

Construir una educación emprendedora y para la vida va más allá de cobrar caro si no enseñamos y formamos en valores a nuestros jóvenes. Decir lo que uno piensa, hacer lo que uno dice y asumir la responsabilidad de sus actos es parte de una educación emprendedora.