Al menos son ya unos 20-25 años en que las pymes tomaron pasaron a ser visibles como un segmento significativo de la actividad económica (en la mayoría de los casos en el papel, y en muchos menos en la realidad), y progresivamente se convirtieron en un tema de interés para la academia, y el sector público. Asociadas casi siempre al empleo, el emprendedurismo y/o la informalidad, ellas han pasado a ser parte visible en las economías del mundo desarrollado y en desarrollo. No cabe duda, las pymes son en la actualidad un tema de la agenda pública.
En esa línea, a más de un vocero de gobierno en la región le he escuchado el discurso de que la pyme es el motor del desarrollo de la economía. Pero, ¿alguna vez se han puesto a pensar que es lo que significa esa frase? Y sobre todo, ¿que tan cierta es? La verdad es que suena muy romántico el pensar que las pymes son el motor del desarrollo y que su apoyo nos llevará a nuevos niveles de bienestar. Sabemos que la pyme (incluyendo a la microempresa) genera entre un tercio y la mitad del empleo de la economía y alrededor del 35 - 40% del PIB. Cuando hablamos de pymes, nos referimos aproximadamente al 99% del universo empresarial de América Latina; alrededor del 1% son las grandes empresas. Sin embargo, dentro de las pymes, entre el 77y 84% de todas las unidades económicas son microempresas (y no estamos considerando las que se encuentran en la total informalidad) donde los números fácilmente pueden duplicarse. El asunto es que de este enorme universo de unidades económicas, un porcentaje importante es de microempresas de subsistencia que muy probablemente nunca dejarán de serlo. Y no es que no se crea que no puedan capacitarse, recibir asistencia, etc., es simplemente la abrumadora evidencia internacional que muestra que el grueso de ellas se encuentra en esa situación a la espera de mejoras en el mercado laboral (que muchas veces no llegan), o bien que los propietarios no superan (o no buscan superar) un umbral de ingresos que les permite la supervivencia.
De esta forma, las políticas orientadas a las pymes no pueden ser iguales para ese numeroso grupo que para las que si tienen opción de desarrollo, desarrollan innovaciones, y van hacia una senda de crecimiento. Y eso supone erradicar otro “mito urbano” respecto de la tributación: si todas las pymes pagaran impuestos se resolverían los problemas fiscales ya que la base tributaria se ensancharía notablemente. El asunto es que si muchas de estas pymes pagaran impuestos, probablemente no durarían más de tres meses en el mercado. Su margen de ingresos es tan pequeño que el tema tributario simplemente no es un tema de su agenda empresarial. Y por ello es que la inmensa mayoría de ellas es informal; porque no han superado el umbral de ventas / ingresos que les hace tomar la decisión de formalizarse.
En la actualidad, la mayor aportación de la pyme a la economía se encuentra por el lado del empleo. Es ahí donde debemos fortalecer las acciones de fomento, para garantizar en ellas empleo decente, y en las que tienen opción de desarrollo, también competencias para acelerar su crecimiento, facilitar su formalización e incorporarse a la base tributaria. El resto de unidades económicas de menor tamaño (autoempleo) deben ser apoyadas desde una perspectiva de empleabilidad más que de emprendedurismo. Ello porque probablemente mejoras en el mercado laboral harán que estas personas abandonen la actividad empresarial en busca de la seguridad de un empleo asalariado. Lamentablemente, nuestra historia económica ha fortalecido un Estado paternal y una cultura orientada al asalariamiento. Cambiarla no será sencillo y no es cosa de un año o dos.
Fortalecer a las pymes supone un ejercicio de identificación de quienes pueden dar saltos de productividad significativos y apoyarlas con formación en competencias empresariales, conocimientos técnicos, mejorando las condiciones del entorno y generando políticas públicas de apoyo eficaces. Ellas fortalecerán el aparato productivo, la base tributaria y las cadenas de valor. Pero identificar el rol de las pymes en el desarrollo parte de reconocer que un grupo muy grande de ellas no logrará la sostenibilidad de manera natural, aunque artificialmente si pueda hacerlo. El asunto es si debemos pensar en otras soluciones mejores para ese grupo.