¿Libre mercado o economía justa?

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Hace algunos años muchos países estuvieron frente a la disyuntiva entre apoyar o no los acuerdos del libre comercio. Incluso en algunos países se definió vida plebiscito. Hoy vemos los resultados. Seguramente algunos ven el vaso medio lleno y otros, medio vacío. Sin embargo no hay que ser científico para darse cuenta de que el libre comercio no existe; es una aspiración más que una realidad. A nivel macro vemos como los países grandes ejercen poder e influencia para lograr beneficios a costa de los países más pequeños. A nivel microeconómico una empresa grande puede abusar de su poder frente a una más pequeña, y ese mismo fenómeno ocurrirá entre una gigante y una grande. Sobre ello, semanas atrás escribí en el blog sobre Dos Pinos y Lala, respecto de lo bueno que es que haya más competencia. Para evitar confusiones, una cosa es el libre comercio y otra la libre competencia. Seguramente algunos pueden señalar que ninguna de ellas existe; pero en este caso déjenme no estar de acuerdo. Lo primero es algo a lo que todos aspiramos pero que sabemos que no lo tenemos. Lo segundo no solo es viable sino necesario, y muchas veces posible. Seguramente muchos recuerdan que ocurría con la telefonía antes de la apertura, y como gracias a ella ahora disfrutamos de más (aunque no siempre mejores) servicios. Los monopolios no son buenos, y menos si no están regulados. Por eso, mientras más empresas compitan, mejor para los consumidores.

En ese sentido la competencia siempre es buena, tanto para las empresas como para los consumidores. Sin embargo, el ideal es que sea buena para ambos grupos y no solo para uno. Por ello es que cuando se habla de estrategias de negocios, por lo general se piensa en los beneficios de la empresa y no con la misma frecuencia (o énfasis) en el consumidor. El problema se encuentra cuando las estrategias no solo no benefician al consumidor sino que lo perjudican directamente por obtener una ganancia adicional; en ese momento estamos hablando de una mala estrategia.

Seguramente más de uno de ustedes se habrá dado cuenta que muchos de los productos que consumimos en la actualidad han reducido su tamaño, mas no su precio. Lo mismo ocurre en los restaurantes. Sus porciones son cada vez más pequeñas pero los precios no. En ambos casos la idea es ganar lo mismo produciendo menos. Lamentablemente el mercado es cada vez más competido y ello hace que las empresas busquen ganancias “a toda costa”. Ahí es donde las empresas deben detenerse. Ese mismo lema fue el que llevo a la crisis del 2008, y –si se generaliza- puede terminar generando las mismas consecuencias en nuestra región.

Debemos recordar algo: el consumidor no es tonto y tarde o temprano va a castigar a las empresas que utilizan esas tácticas reduciendo su demanda. Todos nosotros podemos empezar por algo: reclamemos nuestros derechos. Si vemos que esto ocurre no tengamos temor en señalarlo. Si ustedes conocen de estos casos pongan un comentario para visibilizarlos. La mejor forma de para los abusos es levantando nuestra voz.