malos equipos, Buenos Equipos

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Uno de los problemas más frecuentes en las organizaciones tiene que ver con encontrar y luego desarrollar un buen equipo de trabajo. Sin duda no es una tarea fácil pero es posible señalar algunos aspectos a tomar en cuenta. Empecemos por las características deseables de los equipos de trabajo.

En primer lugar, debemos buscar siempre personas con competencias y conocimientos complementarios, es decir, que tengan como fortalezas nuestras debilidades. Pero para ello, inicialmente es indispensable saber reconocer y aceptar las propias debilidades, y esa es una característica clave (y poco común) de un buen líder.

Otro elemento importante es identificar a quienes tienen siempre una visión optimista y positiva de las cosas y contar también con quienes tienen la capacidad de crítica constructiva y aporte. Este es un elemento tan importante como delicado porque no siempre es fácil reconocer a una persona que solo ve lo malo de una que no se conforma con lo “promedio” y va en busca la excelencia. La diferencia se encuentra en el aporte; es decir, no es solo la queja, sino que ella viene atada a la propuesta. Sin embargo, a veces solo escuchamos la primera parte y eso ya descalifica cualquier aporte posterior. De ahí la importancia de un liderazgo que “sepa escuchar”. Esto porque con frecuencia lo que se nos queda en la mente es la queja y no damos tiempo al siguiente paso.

Otro aspecto central es balancear lo estratégico con lo operativo. Comúnmente se refiere a la presencia de muchos que mandan y pocos que ejecutan. Debemos recordar que liderazgo es servicio y ello significa tener tanto las habilidades para liderar como para colaborar como un subalterno más. La idea de que el estratega solo piensa y otros ejecutan quedó en el pasado hace mucho tiempo; un líder genuino se sube las mangas y trabaja hombro a hombro con el equipo. Un buen balance es contar con personas que piensan y también ejecutan.

Finalmente, un buen entorno. Y esto va más allá de lo económico. Empieza desde el propio espacio de trabajo, hasta el nivel de interacción con el resto de la organización, la capacidad de colaborar sin conocerse, de compartir (desde una charla, hasta una tarea), de interactuar y aprender a “pasar el balón” (usando lenguaje deportivo) a quien está mejor colocado y no querer hacer siempre el gol.

Hacer equipos no es fácil, es una tarea lenta que involucra el conocer a la gente, interesarse (genuinamente) por ella, hacerla parte de su vida (porque buena parte de ella la pasa con estas personas). Crear compromiso en el equipo supone esa permanente interacción y el aprender a conciliar lo bueno y lo malo de todas las personas, para sacar lo mejor de ellas.