Política fiscal vs. Subir impuestos: ¿Quién gana?

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Espero que el título nos oriente respecto que ambas son distintas. Como señale hace algún tiempo, existe una enorme diferencia entre la necesidad de recursos para cubrir un déficit y una reforma de fondo (es decir, una política). Por ello creo importante recordar algunas ideas sobre el asunto. El trasfondo de una reforma no es como cubrimos los huecos de fondos, sino que es lo que queremos para el país. Las preguntas claves son: ¿Hacia dónde queremos orientar al país? ¿En donde se encuentran nuestras ventajas competitivas? ¿Cuales son sectores relevantes en la estrategia, y por tanto, que nos interesa y no nos interesa apoyar? Eso es lo que define una política fiscal. Una vez definido lo anterior, se definen los instrumentos (desde exoneraciones, subsidios, estímulos, inversión, etc.), su costo, y en cuanto tiempo se empezarán a ver los frutos. Ya eso es parte de las acciones puntuales, es decir, que aumentamos / reducimos, y en que montos, la recaudación esperada, etc.

De esta forma, una reforma fiscal debe funcionar como en las familias; si gasto más de lo que tengo, o reduzco mis gastos, aumento mis ingresos, o las dos cosas a la vez.

Empecemos por los ingresos. En ellos existen dos componentes, el primero es la eficiencia en la recaudación y el segundo es el incremento por nuevos impuestos o aumentos en tasas.

En el primer componente (la eficiencia en la recaudación), existen claras opciones de mejora. La simplificación de los trámites, la identificación de los “signos exteriores de riqueza” (casas y autos de lujo, entre otros), son formas de apuntar hacia la mejora en la recaudación sin alterar la estructura impositiva. Me parece que el impuesto solidario de las casas de lujo apuntó a ello, pero es necesario simplificarlo para lograr los objetivos recaudatorios, una vez identificados los evasores.

En el segundo componente (incremento de impuestos), necesitamos mayor claridad respecto de hacia dónde queremos dirigir el país. Ese es el punto crucial de cualquier reforma: que sectores queremos promover, y por tanto apoyar; y cuáles queremos desincentivar, y por tanto, deben ser gravados. Me parece que en cuanto al aumento de ingresos, se requiere de mayor reflexión y una clara definición de cuál es la “apuesta país”, es decir, los sectores a fortalecer.

Ahora sigamos con el gasto. Sobre ello estos días han sido de intenso debate respecto del gasto público, los salarios de diferentes instituciones y su productividad, etc. Este es sin duda un debate necesario. Si bien todos aspiramos a salarios dignos, ellos deben estar asociados a nuestros conocimientos, experiencia y resultados. Esto implica hacer evaluaciones, pero de verdad. Ellas deben ser realizadas por un ente técnico e imparcial; ni deben estar basadas en chismes o percepción, ni en persecución política. Reglas claras y justas para todos por igual.

De ahí que la racionalización del gasto, significa gastar e invertir con sentido. Va desde los aspectos más triviales como los “almuerzos institucionales”, “viajes y viáticos”, etc., hasta la redefinición de los proyectos públicos hacia los que tienen un mayor retorno económico y/o social. Obviamente lo anterior en consistencia con los objetivos estratégicos de la política (que ya deben estar definidos como señalé al inicio), es decir, los sectores que nos interesa apoyar como “apuesta país”. En este punto preguntaría, ¿Cuál es la apuesta país?

Necesitamos mayor reflexión sobre estos temas. Subir impuestos puede ser tan fácil y de tan fuerte impacto como un terremoto. Puede destruir en unos segundos lo construido a lo largo de muchos años. Y por lo general quienes son más afectados son los más débiles: las pymes.