¿Porque hay que desarrollar pymes en el campo?

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Todos queremos un país próspero, con oportunidades de empleo decente para todos. Sin embargo, la gente del campo vive una realidad muy distinta a la de las personas que viven en la ciudad. Todo el mundo piensa que la gente de la zona rural vive de la agricultura. Y eso es cada vez menos cierto. Muchos de ellos no tienen tierras propias, en cuyo caso deben alquilarlas o bien trabajar como peones para quienes si las tienen. Además, son trabajos temporales muy desgastantes y no bien pagados. Sin embargo, la gente del campo es altamente competente, y con muchas ganas de salir adelante. Pero sus oportunidades son limitadas porque el sistema educativo al que tienen acceso es también limitado. Sus costos de acceder a la educación son altos, sobre todo si los colegios se encuentran en otras comunidades. Pero si llegan, la educación que reciben es limitada; por la calidad de los docentes, de la infraestructura, de la propia educación no adecuada al entorno en el que se encuentran. Por eso sus oportunidades son menores, sus empleos de menor calidad, con bajos salarios y mínimas oportunidades de desarrollo. Ante ese escenario, ¿Cuáles son sus opciones? La migración (hacia las ciudades u otros países), la informalidad o la delincuencia. En todos los casos hay una pérdida de jóvenes valiosos para sus territorios.

De ahí la necesidad de crear competencias en las zonas rurales para que estas personas (sobre todo, pero no únicamente) jóvenes puedan encontrar una actividad económica viable, rentable y que les apasione. La experiencia de un programa islandés llamado Youth in Iceland puede ser un interesante ejemplo (aunque tiene otros fines). En Islandia, solo el 5% de los jóvenes entre 14-16 años dicen haber bebido alcohol en el último mes. En América Latina es el 35% (entre 13-15 años). A fines de los 90s las estadísticas de Islandia eran de las mayores de Europa.

Debemos regresar al campo: hablar con los jóvenes, indagar sobre sus expectativas, sus sueños y aspiraciones. Hablar con ellos de sus problemas, lo que los limita, y con esa información (que debe recogerse permanentemente), identificar los factores de riesgo. Todo el mundo cree que los sabe pero nadie nunca se los ha preguntado a la población meta. Ellos ayudarán a crear las oportunidades en los sectores u actividades que motiven a las personas de las zonas rurales a desarrollar su máximo potencial. Y eso implica también la construcción de un entorno adecuado a los negocios; trámites simples, sistemas financieros ágiles, infraestructura y servicios apropiados para el crecimiento de la oferta y de los demandantes. Para esto, los gobiernos locales, las oficinas descentralizadas del Estado, el propio sector privado, la sociedad civil en sus diversas organizaciones son quienes deben empezar a empoderarse de estos temas. Una demanda de infraestructura puede ser consecuencia de la necesidad de una empresa. Una demanda social es resultado de la necesidad de un territorio. Eso aún no existe en el campo y es necesario empezar a construirlo y no que no sean otros quienes tomen las decisiones sobre su futuro. Hay que informarse, construir competencias en los territorios, fortalecer la educación, e identificar a los actores que puedan liderar este tipo de iniciativas. Eso es lo que hizo Islandia y hoy tiene una juventud vibrante y empoderada. Llevándolo al caso latinoamericano, generando oportunidades en los territorios, descentralizamos la toma de decisiones, los recursos, promovemos el desarrollo territorial y una mejor distribución del ingreso.