Ser empresario no es para todos

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Entusiasmo, pasión, dedicación, esfuerzo. Todas ellas son variables claves para convertir una idea en una realidad empresarial. Sin ello no hay talento que valga. Recuerde: 1% de inspiración y 99% de transpiración.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando solo hay entusiasmo, dedicación, esfuerzo, pero no una idea innovadora? ¿Qué pasa cuando esto es solo el resultado de la necesidad de generarse ingreso para sostener a su familia, pero no hay un real convencimiento de ser empresario?¿qué pasa si cuando mejora la situación del empleo abandona el emprendimiento para incorporarse al grupo de los asalariados?

Entonces, ¿Qué hacemos? ¿Igual apostamos a ambos? Eso es lo que la política pública en toda la región nos ha hecho creer. Que todos podemos ser empresarios. Todos podemos jugar futbol, tenis, nadar, etc. Pero una cosa es que lo podamos hacer y otra que podamos vivir de ello. Y esa diferencia es significativa. Sobre todo en esta época en que la innovación es un desafío permanente, el trabajar colaborativamente, el aprender a escuchar e interactuar con todos sobre la base de una meta común.

¿Qué debe hacer la política pública en ese sentido? (i) Diferenciar. No es posible generar falsas expectativas a las personas. (ii) Ayudarlos a evolucionar de productores a empresarios. Cuantas veces no hemos visto productores que piden ayuda para encontrar compradores para sus productos. ¿Acaso no deben ser ellos mismos quienes deben buscar compradores para sus productos? (iii) Construir capacidades. Ayudarlos a transformar sus debilidades en fortalezas. Un buen empresario no es el que sabe hacer de todo, sino el que se rodea de personas que saben más que él.

Las políticas públicas deben enfocarse en los problemas complejos, y no tratar de abarcar todo. Necesitamos más y mejores empresarios; empecemos por generar más. Y construyamos bien para que además sean mejores.