¿Unidades de Subsistencia, Empresas con potencial o Empresas dinámicas?

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Desde hace mucho tiempo en América Latina y otras regiones se mantiene el (falso) debate entre a quienes se debe apoyar por medio de las políticas de fomento; si a las unidades de subsistencia, a las pymes con algún potencial o a las empresas dinámicas.

Argumentos en favor (y en contra) de cada grupo existen y todos no dejan de ser razonables. Sin embargo, los recursos son muy escasos (muchas veces casi inexistentes), por lo que implementar políticas que le den un poco a cada grupo son simplemente, un desperdicio de recursos, ya que no generarán ningún impacto en las empresas. Además, consideramos que es un falso debate porque en la práctica la política es un goteo –sin resultados- a todos los grupos. Veamos:

- Desde las políticas sociales se acostumbra apoyar a las actividades económicas que permiten la sostenibilidad de las familias, sin considerar si la actividad tiene o no potencial competitivo; es decir, si el apoyo brindado puede generar que la unidad económica pueda superar el umbral de la subsistencia.

- Del otro lado, las políticas económicas tampoco se esfuerzan -demasiado- por identificar a las empresas “con potencial de desarrollo”, ya que muchas veces sus indicadores se centran solamente en empresas atendidas. Por lo tanto, cualquier unidad economica termina siendo parte del apoyo.

Así las cosas, queremos empresas competitivas pero ponemos en el mismo saco a las que no lo lograrán, a las que pueden lograrlo, y hasta a las que pueden hacerlo solas. Esto permite entender varias cosas: (i) no contamos con mecanismos para diferenciar a las empresas de acuerdo a su potencial de crecimiento; (ii) apoyamos con recursos (escasos), a unidades económicas que sabemos que no lo lograrán, (iii) afirmamos con recursos a empresas que lo pueden hacer sin el apoyo (subsidio). Es decir, la política falla por todos lados.

Por ello es importante redefinir la política de apoyo / fomento productivo, al menos entre dos frentes; la subsistencia y la competitividad. Y para ello es indispensable contar con instrumentos que permitan diferenciar unos de otros. Esa es la primera responsabilidad de quienes se encargan de desarrollar las políticas de fomento productivo. Bajo esa diferenciación, es posible “delegar” una parte de la política de apoyo a la esfera social, desarrollar herramientas que permitan mejorar su desempeño, y eventualmente, dar el salto en el futuro hacia la competitividad.

Para las unidades económicas con potencial de desarrollo, las políticas deben centrarse en dos frentes: mejorar sus conocimientos de la gestión empresarial y desarrollar sus competencias emprendedoras. Ambas deben ser sujetas de herramientas, metodologías e instrumentos diferentes, ya que unas se centran en lo técnico y otras en lo humano. Hace algún tiempo trabajamos en el desarrollo de la política de fomento de Panamá bajo esas premisas.

Y un tercer elemento muy importante; la evidencia internacional muestra que muchas veces son un mismo grupo de unidades económicas las que se llevan todos los apoyos públicos (porque son buenas, conocen los requisitos y/o criterios de selección, tienen acceso -privilegiado- a la información de los programas, etc.), lo cual nos lleva a la profecía autocumplida: la misma gente es la que siempre gana los premios. Pero no mejora su desempeño competitivo porque se “especializa” en participar en los concursos y no en mejorar a la empresa. Eso nos lleva a la selectividad de los apoyos; sino lo que hacemos es crear muletas permanentes para las empresas.

Por ello, las políticas públicas deben diferenciar entre quienes tienen un pequeño negocio y quienes pueden desarrollar una empresa. Y deben apoyarlos tanto en lo humano como en lo técnico, para que puedan aprender a volar son sus propias alas y no se hagan adictos a los apoyos.