La verdad sobre el salario único que esconden los sindicatos

Las desigualdades de ingreso entre personas que realizan las mismas labores deben ser corregidas

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El abordaje que hacen los sindicatos sobre la reforma del empleo público es parcial y sesgado. Estos se enfocan únicamente en los aspectos negativos que esta reforma tiene para los empleados públicos con más tiempo de trabajar para el Estado, y minimizan los beneficios que la reforma traería para los empleados públicos con menos años de laborar para el Estado.

No para todos es ganar menos, perder ingresos, o "ser explotados".

Si usted es un empleado público que tiene pocos años de trabajar en ese sector, debería encontrar en una reforma del empleo público integral un aliado, un estímulo para seguir como un colaborador estatal.

Justicia salarial

El salario único se basa en un principio muy sencillo: usted debería de ganar lo que gana cualquier otra persona que hace lo mismo que usted.

¿Qué quiere decir esto? Que no pueden haber grandes diferencias entre lo que gana un trabajador público y uno privado, pero también entre lo que gana un trabajador público y otro público más antiguo. Esto último es lo que esconden los sindicatos con el objetivo de ganar más adeptos, más masa.

Si bien es cierto que en promedio un empleado público gana un 48% más que un empleado privado y que esto tendría que ser rebajado -e indemnizado- para equiparar salarios, también es cierto que existen trabajadores públicos con salarios inferiores tanto al salario de mercado como al salario que reciben sus propios compañeros de trabajo (con más tiempo de trabajar). Estos trabajadores tendrían que tener un aumento de salario.

Este es un punto muy importante, tal como se estima, ya para el 2020 cerca de la mitad de la población corresponderá a famosos millennials, los cuales se caracterizan por la transformación económica, social, cultural y política que están gestando, dentro de lo que resalta su preocupación por las desigualdades salariales y su preferencia por estructuras organizacionales relativamente planas.

Y si algo es claro dentro de la arcaica organización del empleo público es que se premia la antigüedad, y no necesariamente el valor que generan las personas al trabajo. Eso constituye una desestímulo enorme para que jóvenes profesionales se incorporan al empleo público, ya que por sus pocos años de servicio público ganan salarios muy inferiores a los de sus pares, tanto dentro como fuera del sector público.

Antigüedad es diferente de productividad

El muy débil argumento de que una persona debe ganar más por el simple hecho de haber visto pasar doce hojas más del almanaque se resquebraja al contrastarlo con una realidad laboral llena de cambios, tanto tecnológicos, de conocimientos como de necesidades por parte de los clientes o ciudadanos.

El verdadero impacto de una persona dentro de una organización se mide por el valor de lo que aporta a la misma, no por los años que lleva calentando una silla. Si una persona aporta cada vez más valor, es de esperar que esta suba en la escala salarial, sino debería mantenerse en la misma, ¡hasta la devastadora eternidad!.

No está bien que personas que hacen exactamente lo mismo ganen el doble o el triple de otra persona simplemente porque tienen más años en el mismo puesto. Estas distorsiones alcanzan la desvergüenza y el descaro de permitir que un Gerente "millennial" en una institución pública, con responsabilidades civiles o penales, gane solo unos cuantos colones más que la persona que maneja el vehículo que lo lleva a sus reuniones.

En si, la reforma al empleo público, al estar basada en el salario único, lo que conlleva es esa búsqueda de justicia salarial. Esas desigualdades de ingreso entre personas que realizan las mismas labores deben ser corregidas. Este aspecto, que tiene el apoyo de la mayoría de los trabajadores privados, también debería despertar el interés de los empleados públicos más jóvenes.