¡No hay plata! Resumen de un Gobierno ilíquido

Es difícil no pensar que una consolidación fiscal desordenada no se presentará

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A veces se nos olvida que vivimos en un país latinoamericano, en una economía emergente o en un país en desarrollo, sea cual sea la etiqueta que menos nos hiera el orgullo.

Se nos olvida que países con ese perfil históricamente ostentan Gobiernos que lejos de representar un ancla de estabilidad y disciplina, constituyen la mayor amenaza para el clima de negocios, para las condiciones básicas que una economía diminuta, que representa solamente el 0.07% de la producción mundial, necesita para poder generar bienestar socioeconómico de manera sostenida a través del tiempo.

" La burocracia es una máquina gigante operada por enanos "

Honoré de Balzac

No pensar en las novelas de Balzac es casi imposible, olvidar el pesimismo realista de desconfiar de nuestra capacidad para lograr acuerdos institucionales que nos lleven al desarrollo de una vez por todas es todo un reto.

Ese pesimismo realista es tan bien visto en las economías emergentes que hasta el mismo Fondo Monetario Internacional ha dejado de ocultarlo cuando nos dice que "un cambio abrupto de las condiciones financieras pueda forzar una corrección macroeconómica desordenada en el futuro, y provocar un retroceso del progreso social alcanzado hasta ahora".

¿Llegaremos a ser una historia latinoamericana más? Cuando la solución de grandes problemas se posterga indefinidamente, a pesar de muchísimos llamados, muchos con suficiente tiempo para tomar acciones definitivas, solo los ilusos pueden mantenerse optimistas sobre que una consolidación fiscal desordenada no se presentará.

Tres años más sin tomar acciones: ¿quién hacía los números?

¡1.181 días de Gobierno!, si ese es el tiempo transcurrido entre el 08 de mayo del 2014 y el 01 de agosto del presente año: ¿mil ciento ochenta y un días para aceptar -o tirar la toalla por- el problema fiscal?

Es curioso, cuando se examinan a la ligera las cifras de crecimiento de los ingresos y gastos del Gobierno Central entre May/14 y Jun/17 pareciera -siempre muy a la ligera- que las cosas se estaban haciendo bien.

Los ingresos reales crecieron en términos anualizados a una tasa de 8.7% en ese periodo, superando el crecimiento de los gastos reales (+8.4%), las remuneraciones (+5.0%) y las transferencias (7.9%), incluso los ingresos crecían a un ritmo mucho mayor que el de la economía medida a través del IMAE (+4.3%) entre May/14 y May/17.

Alguien podría argumentar, con ese ligero análisis, que las cosas podrían estar yendo bien, y luego vendría un político a sostener que no debería ser necesario "echarse un pulso" con la sociedad costarricense por un problema que no existe o que no le va a tocar a él resolverlo.

Sin embargo, la historia es otra. Ese ligero análisis hubiera estado correcto si en mayo del 2014 las finanzas del Gobierno hubieran estado equilibradas. Por ejemplo, si lo ingresos y gastos del gobierno hubieran sido iguales en ese momento, por cada 100 colones que se tenían en ingresos y gastos en mayo de 2014, ya para junio de 2017 se hubieran tenido 130 colones en ingresos y 129 colones en gastos, pero las cosas no eran así, por mucho no eran así.

En mayo del 2014 por cada 100 colones que gastaba el Gobierno, habían únicamente 72 colones en ingresos, lo que hace que dadas las dinámicas de crecimiento de los ingresos y gastos en los últimos tres años, por cada 94 colones de ingresos que se tenían en junio pasado, se gastaban 129. ¡Toda una hemorragia financiera!

Tal como se observa en el siguiente gráfico, las transferencias a instituciones fuera del Gobierno Central, el pago de intereses de la deuda y las remuneraciones, son los principales disparadores del gasto, creciendo anualmente en términos reales en los últimos 8.5 años al 14.4%, 13.3% y 11.2%, respectivamente. No hay nada que aguante ese ritmo de crecimiento del gasto, ni siquiera la economía de uno de los países más pura vida -entiéndase aquí no pasa nada- del mundo, la cual creció 3.9% en ese periodo.

Reformas Estructurales: El nombre del juego

El concepto perdido en la mayoría de las economías latinoamericanas de reforma estructural debe presentarse si no queremos una consolidación fiscal desordenada, o sea, si no queremos que la casa se ordene antes de que las cosas se pongan realmente feas.

Una verdadera reforma estructural deberá contener una estandarización y racionalización de las remuneraciones dentro y fuera del Gobierno Central (transferencias), o lo que es lo mismo, hacer valer el artículo 57 y 191 de nuestra Constitución Política, que dictan que "El salario será siempre igual para trabajo igual en idénticas condiciones de eficiencia" y que "Un estatuto de servicio civil regulará las relaciones entre el Estado y los servidores públicos, con el propósito de garantizar la eficiencia de la administración", respectivamente.

Además, es hora de que el artículo 11 -evaluación de resultados y rendición de cuentas con responsabilidad personal para los funcionarios- y el artículo 176 -el monto de los gastos no podrán exceder los ingresos- de nuestra constitución funcionen como regla fiscal. Todo esto es posible sin reformar la constitución, tal como lo sugiere el profesor Luis Lorenzo Rodríguez.

Cuando se controle el ritmo de crecimiento de esos gastos, únicamente cuando estos se racionalicen a lo que nuestra economía puede sostener, se podrá hablar de sostenibilidad y solvencia de nuestras finanzas públicas, cuando esto ocurra, y la deuda pública sea utilizada únicamente para invertir en aspectos que eleven la competitividad del país, y no en sueldos y salarios en el sector público, el pago de intereses de la deuda se controlará.

¿Cuál es el objetivo de llegar al poder?

Es difícil pensar que los representantes, ¡todos!, solo se interesan por su periodo de gobierno, y no ven hacia atrás y hacia adelante, sin embargo, la observación del comportamiento gubernamental en los últimos 8.5 años pareciera constatar esto.

La reforma de leyes, o el pronunciamiento de una nueva donde se penalice la violación de la constitución, como sugiere el profesor Rodríguez, deberían ser suficientes para poner el deseado orden en las finanzas públicas, un orden que desde la Constitución Liberal de 1871 se busca.