Economía colaborativa atrae quejas y reguladores

Europa está impulsando protecciones más rigurosas, pues están proliferando fuerzas laborales de empleados autónomos y contratos de trabajo poco tradicionales

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En Londres, Mohaan Biswas, repartidor de la nueva empresa de comida a domicilio Deliveroo, iba por arriba del límite de velocidad mientras entregaba pedidos, cuando se cayó de la motocicleta y se fracturó el pie en dos lugares.

Como Deliveroo clasifica a sus repartidores como trabajadores autónomos, Biswas no tenía licencia para ausentarse por enfermedad ni seguro, por lo que no le han pagado las últimas seis semanas mientras ha estado en recuperación.

“En un trabajo, se puede negociar con el jefe… nosotros no podemos”, afirmó Biswas, quien llegó en muletas a una manifestación celebrada en el centro de Londres en contra de las precarias condiciones de trabajo adoptadas recientemente. “Estamos atrapados en un sistema de inseguridad perpetua, en el que nos explotan a todos”.

Como miles de personas en Europa y Estados Unidos, Biswas, de 24 años, descubrió una realidad incómoda respecto de la economía por encargo: recibía un pago cuando había suficiente trabajo, pero le quedaba poco para salir adelante si no era el caso.

En la actualidad, Europa está impulsando protecciones más rigurosas, pues están proliferando fuerzas laborales de empleados autónomos y contratos de trabajo poco tradicionales. La respuesta negativa que han tenido el Reino Unido y otros países europeos en contra de Uber, empresa que obtiene amplios beneficios de ese tipo de sistemas, ha estimulado la ofensiva.

De hecho, el mes pasado, Transport for London, la agencia que supervisa los metros, autobuses y taxis de la capital inglesa, declaró que Uber no era suficientemente “idónea” para operar en la ciudad y se negó a renovar la licencia de la empresa. Uber ha afirmado que apelará el fallo, y el nuevo director ejecutivo de la empresa, Dara Khosrowshahi, se disculpó por las “equivocaciones” que han cometido.

La semana pasada, la Comisión Europea respaldó la propuesta para combatir lo que los críticos han descrito como una carrera descendente de los estándares sociales para los trabajadores que cuentan con horarios de trabajo muy flexibles y sin un salario regular: un grupo que representa casi un tercio de la fuerza laboral en Europa. La propuesta es parte de una iniciativa más amplia desde Bruselas para que los trabajadores autónomos y temporales, así como cientos de miles de personas con empleos sin un mínimo de horas o salario, tengan un mejor acceso a beneficios sociales, desde contratos por escrito hasta seguro de desempleo.

La resolución no es limitante y todavía se debate en público. Sin embargo, ha creado un distanciamiento con los negocios y los políticos, quienes argumentan que una cantidad excesiva de regulaciones provocará que Europa se rezague en la economía global, pues suprimirá la innovación, reducirá la competitividad y frustrará la creación de empleos.

Los grupos comerciales advierten que las empresas como Uber y Deliveroo están bajo amenaza, ya que ofrecen trabajo por medio de plataformas en línea. Si las protecciones son más sólidas, también habría un aumento de los costos para empresas que van desde los restaurantes de comida rápida, los cuales tienen contratos de “cero horas” sin trabajo garantizado, hasta los gigantes del tipo de la aerolínea de bajo costo Ryanair, la cual depende de agencias para contratar a sus pilotos y personal.

Flexibilidad

Una fuerza laboral flexible permite que se generen “miles de millones de euros en crecimiento económico, millones de nuevos empleos, horarios flexibles de trabajo y una vida laboral y familiar más equilibrada”, señaló Juri Ratas, el primer ministro de Estonia, en una cumbre de la Unión Europea que se llevó a cabo en septiembre en Tallinn, la cual se centró en el futuro de la economía digital. “¿Quién no querría eso?”

Uber y Deliveroo se perciben como éxitos de ese modelo. Así como sucede con otras plataformas similares, estas firmas obtienen comisiones de las ganancias de sus empleados, pero los clasifica como trabajadores autónomos.

Esto permite que no paguen seguridad social, licencia por maternidad o paternidad.

El enfoque ha resultado lucrativo: sirvió para que Uber se haya convertido en un gigante valorado en cerca de $70.000 millones.

Sin embargo, las tácticas agresivas de reducción de costos y expansión de la empresa, las cuales defendía su fundador Travis Kalanick, quien se vio obligado a renunciar este verano, han comenzado a generar un escrutinio implacable. Además, debido al aumento de las protestas en contra de la precariedad que ofrece la economía de los trabajos flexibles, los gobiernos han tenido que tomar una postura más firme.

En Francia, el presidente Emmanuel Macron intenta ajustar el rígido código laboral del país para energizar la economía y estimular una tendencia hacia el trabajo independiente.

No obstante, por la presión que ha recibido de parte de interlocutores sociales, también está proponiendo una red mínima de protección social, la cual incluye la ampliación del seguro de desempleo para los trabajadores autónomos.

Del mismo modo, los juzgados están regulando cada vez más la economía del mercado informal.

Se espera que este año el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emita un fallo sobre un caso importante que se centró en si se debería tratar a Uber como un servicio de taxis, lo cual provocaría que la empresa fuera objeto de regulaciones rigurosas de seguridad y empleo, o simplemente como una plataforma en línea que conecta a choferes independientes y pasajeros en espera.

Uber y Deliveroo también enfrentan trabas legales en el Reino Unido. Un tribunal británico está realizando una investigación para determinar si los repartidores de Deliveroo son trabajadores o contratistas, después de que se buscó una iniciativa de sindicalización en Londres. Además, el año pasado una corte británica emitió un fallo de referencia según el cual Uber tendría que clasificar a sus choferes como empleados, pagarles el salario mínimo y otorgarles vacaciones pagadas.

Dos choferes de Uber, James Farrar y Yaseen Aslam, desafiaron a la empresa en nombre de un grupo de 19 choferes, quienes aseguraban que el servicio les negaba las protecciones más básicas al clasificarlos como trabajadores autónomos. Uber se respaldó en un argumento que ha utilizado en repetidas ocasiones por todo el mundo: sus choferes son contratistas independientes.

Sin embargo, los jueces encargados del caso se mofaron de esa justificación.

“Encontramos ligeramente ridícula la noción de que en Londres Uber sea un mosaico de 30.000 pequeños negocios conectados a una ‘plataforma’ común”, señalaron en el fallo.

“Los choferes no pueden negociar con los pasajeros”, agregaron los jueces. “Se les ofrecen viajes y los aceptan estrictamente bajo los términos de Uber”.

El miércoles 27 de setiembre pasado, Uber apeló la sentencia, lo cual motivó la manifestación celebrada en el centro de Londres y en la cual participó Biswas, el repartidor de Deliveroo.

Si se ratifica el fallo, este podría golpear el modelo de negocio del cual dependen Uber, Deliveroo y otras plataformas similares en línea. Esto podría implicar un reajuste significativo de la economía informal o que las empresas dejen los países que decidan imponer regulaciones más severas.

Afuera de Europa, se han visto ese tipo de señales: Uber afirmó que planeaba salir de Quebec este mes si el gobierno quebequense continuaba solicitando una mayor rigurosidad de los estándares para los choferes.