Emigración sale de la invisibilidad

La salida de costarricenses es un fenómeno que se extiende más allá de Los Santos y Pérez Zeledón

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Con maleta lista –una de las grandes para llevar los necesario y lo querido– y tiquete one way en la mano, miles de costarricenses decidieron irse para no volver.

El número preciso de los costarricenses que emigraron a otros países es un misterio. Varias investigaciones han arrojado distintos números, que se ubican en un rango entre 110.000 y 300.000.

La cifra menor, unas 114.000 costarricenses, se desprende de dos preguntas incluidas en el cuestionario del Censo 2011 realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Esta es la primera ocasión en que el INEC intenta determinar no solo el número de inmigrantes que residen en Costa Rica, sino la cantidad de hogares nacionales que tienen uno de sus miembros viviendo en el exterior. Esto impide que se puedan realizar cálculos en el crecimiento de la población emigrante.

Por otra parte, un estudio del Centro Centroamericano de Población (CCP) de la Universidad de Costa Rica estimó que alrededor de 124.500 costarricenses habrían salido de algunos de los aeropuertos del país para no retornar entre el 2000 y 2011.

La cifra podría crecer a más de 300.000 si se toman en cuenta las salidas por puntos terrestres.

“Esto no quiere decir que el dato del Censo sea inútil; al contrario, la inclusión de preguntas para medir este fenómeno es un primer paso crucial para estudiar un proceso de suma importancia para el país y que es notoriamente difícil de medir”, aseguró Leila Rodríguez, antropóloga y demógrafa de la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos.

Rodríguez se prepara para realizar en el 2013 una investigación de profundidad sobre las características de la emigración costarricense, y ha analizado los datos arrojados por el censo.

Ni rural ni de pobres

La emigración está lejos de ser un fenómeno limitado a los habitantes de las zonas rurales.

De los diez de los cantones con mayor población emigrante, cinco pertenecen a la ciudad de San José, tres corresponden a las otras cabeceras de provincia de la Gran Área Metropolitana (GAM), y dos son zonas rurales –Pérez Zeledón y San Carlos–.

Si se analiza el peso porcentual de la población emigrante en el total de habitantes de cada cantón, sobresalen un grupo de municipios metropolitanos con altos índices de desarrollo económico, social y humano como San José, Montes de Oca y Escazú.

A este núcleo se une un eje cafetalero en la zona sur, conformado por Tarrazú, Dota, Pérez Zeledón y León Cortés.

La salida de pobladores de estas zonas rurales se dio por la caída en el precio internacional del café hace una década.

El flujo en las zonas urbanas estaría motivado, entre otros factores, por los cambios en el mercado laboral producto del modelo de desarrollo apoyado por la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) y la inserción en la economía mundial.

La distribución geográfica de los emigrantes desnuda uno de los mitos de la emigración: su asociación con la pobreza extrema.

“Aunque las personas que emigran voluntariamente lo hacen para mejorar su condición de vida, rara vez son los más pobres quienes emigran”, comentó Rodríguez.

Rumbo al norte

Si bien las investigaciones no coinciden en el número total de los emigrantes costarricenses, sus brújulas sí apuntan al mismo destino primordial.

Alrededor de 86.000 costarricenses residen en Estados Unidos, según los datos revelados por el censo que las autoridades de ese país realizaron el año pasado.

Esto representa un 75,4% de los 114.000 locales que habrían emigrado, de acuerdo con la información del INEC.

Estos costarricenses se han asentado principalmente en la zona de Nueva Jersey, que colinda con la ciudad de Nueva York, así como las ciudades de Los Ángeles, Washington D. C. y Miami.

“Las industrias en las cuales se concentran los trabajadores costarricenses son construcción, restaurantes y hogares privados, pero también laboran como maestros en primaria y secundaria”, especificó Rodríguez.

Algunas naciones de Europa, especialmente los nórdicos como Finlandia, Noruega y Suecia, serían otros destinos atractivos de acuerdo con la investigación del Centro de Población.

Dinero en camino

Desde Estados Unidos o cualquier otro punto del mundo, un 31,7% de los hogares costarricenses con uno de sus miembros en el exterior recibe envíos de dinero.

Estas remesas impactan la calidad de vida de los integrantes del núcleo familiar.

Un mayor porcentaje de los hogares receptores de remesas indican que su vivienda se encuentra en buen estado o indican poseer una finca o parcela.

También reportan más acceso a las tecnologías de la información, pues cuentan con computadoras, teléfonos celulares y acceso a Internet con mayor frecuencia que aquellos hogares que no participan en la actividad remesera, según una investigación del Ministerio de Planificación.

Cerebros en fuga

Si bien la información sobre el número de costarricenses viviendo en el extranjero empieza a volverse más amplia, existen más preguntas que respuestas en cuanto a las características de estos costarricenses y sus motivaciones.

El fenómeno en Costa Rica tiene un origen económico, no político como el que espoleó los flujos de población en América Latina durante las últimas décadas de la Guerra Fría.

Los investigadores estiman que se verá más fortalecido conforme el país se integre más a otras economías y se perciban mayores oportunidades de emigrar con el fin de acceder a mejores condiciones de ingreso.

“Dentro de las migraciones internacionales contemporáneas, la emigración de individuos con mayores niveles de educación va de la mano con aquella de niveles socioeconómicos menos privilegiados”, aseguró la investigadora.

Un grupo susceptible a la emigración son los nacionales que estudian en el extranjero. Quienes deciden no retornar una vez finalizados sus programas académicos forman parte de la llamada fugada de cerebros.

No se cuenta con estudios que midan cuántos costarricenses estudian en el exterior, cuántos se quedan y cuántos retornan.

La ausencia de oportunidades para realizarse como profesional, así como de infraestructura en el Gobierno, academia y sector privado donde aplicar los conocimientos están entre los factores que inciden en que los costarricenses formados en el exterior se cuestionen el retorno.

A estos se suman los bajos sueldos para profesionales y el crimen, según un sondeo informal realizado por Rodríguez, y que coinciden con las motivaciones típicas del fenómeno de fuga de cerebros en otros países.

Con las pocas respuestas a las múltiples preguntas existentes sobre la emigración costarricense, este fenómeno empieza a despojarse de clichés y a salir de la invisibilidad.