Gobierno da primer paso hacia importación de gas natural, que está fuera del monopolio de Recope

Minae retoma con timidez discusión para importar combustible mientras su precio va en caída libre

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Costa Rica retoma la discusión para importar gas natural al país, en medio de una de las coyunturas más favorables de la historia para producir e intercambiar el combustible: el aumento de su producción en Estados Unidos y la consecuente caída en picada de sus precios.

En julio del 2017 el Gobierno tendrá listo un reglamento para importar y regular la cadena de suministro de este tipo de gas, que emite un 30% menos de dióxido de carbono (Co2), en comparación con derivados del petróleo.

Es una buena noticia para los industriales que, ya sin ganas de esperar a que el Gobierno tomara acciones, comenzaron a buscar proveedores del fósil en Estados Unidos y en Canadá, contó el gerente de Proyectos de la vidriera Vicesa, Juan Pablo Mora.

Los empresarios pueden entrar libremente al mercado del gas natural pues la Procuraduría dictaminó, en el 2014, que el producto escapa del monopolio de la Refinadora de Petróleo Costarricense (Recope).

LEA: Recope no está facultado para producir energías limpias .

Lo harán, pero es posible que deban aliarse con el Gobierno para que la importación del combustible sea rentable.

“Necesitamos que lo utilice no solo la industria, sino también el transporte y el ICE”, dijo Mora.

“Lo que se requiere es algún volumen mínimo que haga rentable las operaciones de transporte y regasificación”, explicó Carlos Montenegro, de la Cámara de Industrias (CICR).

Sin ser dueño del pastel, el Estado pareció abandonar su interés en repartir porciones y poner las cartas sobre la mesa durante un par de años.

Ahora, con una coyuntura favorable, la presión de los industriales encima y una Centroamérica más entusiasta del tema, se ve obligado a volver a arrancar.

Las dudas, sin embargo, se las lleva en la cartera.

LEA: Exdirector de la Cepal promueve uso de gas natural para bajar el precio de la electricidad .

Un paso atrás

La importación de gas natural obtuvo el grado de “interés público” a finales del 2012. Tres años más tarde, el título solo sirve para adornar la pared.

El combustible es un candidato potencial para reducir la huella de carbono de una industria y de un país.

Aunque no escapa a la crítica de ambientalistas y ONG del mundo, las organizaciones internacionales ven al gas natural como una transición hacia energías renovables y limpias como la solar o la eólica.

El Gobierno actual, sin embargo, no está convencido de que esta sea una buena estrategia país para limpiar la sucia matriz energética que lleva sobre sus espaldas.

No lo estará hasta que cuente con estudios técnicos que auguren estabilidad. “Todavía no es rentable”, expresó la viceministra de Energía, Irene Cañas.

Para que sea rentable, Costa Rica tiene un par de opciones: sustituir la producción renovable de electricidad por producción fósil o actuar en conjunto con el Mercado Eléctrico Regional (MER) y buscar soluciones en conjunto.

La primera no parece ser una carta que se quiera jugar Costa Rica.

Con el reclamo constante de los industriales, el país tomó la decisión de basar su producción en energías renovables y el rumbo, en este caso, sí está claro.

El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) redujo su producción de electricidad con combustibles fósiles de 115,7 gigavatios hora (GWh) en enero del 2014 a 0,21 GWh un año más tarde.

El gasto del Instituto en este rubro se redujo en un 98%.

Lo que sí podría hacer es sustituir el búnker que debe quemar cuando baja el caudal de las represas hidroeléctricas, por gas natural; pero eso tampoco alcanza para llegar a los números negros, por ahora.

La opción sigue estando bajo la lupa del ICE y de Recope, dijo el gerente de Electricidad del Instituto, Luis Pacheco.

Eso sí, a muy largo plazo. “A mediados de la década entrante, podría constituirse en una opción viable para ser usado en la generación eléctrica”, dijo.

El águila no espera

Todas las aristas de esta discusión tienen un origen muy semejante, que se resume en la avidez de Estados Unidos por exportar sus excedentes de gas natural.

Con los altos precios del barril de petróleo, los dueños de las tierras con yacimientos comenzaron a explotar el crudo.

La inversión en nuevas tecnologías de fracturación del suelo permitieron extraer gas al mismo tiempo, con consecuencias ambientales que causan polémica, pero con la venia del Gobierno de Estados Unidos para continuar con la exploración.

Mientras tanto, México actúa como un intermediario capaz de transportar su propio gas natural a Centroamérica, por medio de un gasoducto, y comprar el del país del norte para abastecerse. Es un negocio redondo del que EE. UU. no piensa retractarse.

¿La unión hará la fuerza?

En un panorama ideal, Centroamérica (Costa Rica incluida) importaría el gas en grandes cantidades para todo el MER.

Eso limpiaría la matriz energética del Istmo en un buen porcentaje y redundaría una rebaja de las tarifas eléctricas, tan codiciada por los industriales, por sus actuales precios a la baja.

Es el escenario que pinta la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que viene insistiendo en el tema desde 1999.

“La desventaja más importante es la escala porque siguen siendo países pequeños. Por eso hay que verlo como integración energética”, explicó el jefe de Energía y Recursos Naturales de la Cepal en México, Hugo Ventura.

Lo que proponen los organismos internacionales como la Cepal y el Banco Interamericano de Desarrollo es la construcción de un gasoducto en Centroamérica que vaya desde México hasta Panamá.

Sin esperar a Costa Rica, el fósil es ya una conquista de otros países centroamericanos como Honduras y Guatemala.

A principios de este año, ambos firmaron un convenio con México para incorporarse al proyecto de construcción del gasoducto.

Para Honduras, es un paso hacia la atracción de grandes industrias, que hasta el momento no entraban al país por los altos precios de la electricidad, dijo el ministro de Gobernación de Honduras, Jorge Ramón Hernández, durante la firma del convenio.

¿Qué le queda a Costa Rica entonces? La respuesta del Gobierno es corta: toca esperar.